viernes, 30 de diciembre de 2016

Conclusión General

 

         Los evangelios están escritos bajo la luz de la experiencia de la fe en el Resucitado. Cada evangelista, desde sus características personales, ha escrito sobre la vida de Jesucristo, recogiendo lo que la comunidad recordaba de la vida y hechos de Jesús. Les unía el mismo hecho: la experiencia del Resucitado.
      Muchos autores, sobre todo en una época del siglo XX, se habían dedicado a realizar una biografía de Jesús. Después de muchos estudios, sobre todo, desde los evangelios, llegaron a la conclusión que no había datos en los mismos evangelios para hacer una biografía de Jesús. Y que los evangelios no eran una biografía de Jesús, sino una experiencia del Cristo.
         Ese hallazgo no era nada nuevo.
        Pues, de hecho, bajo esa única es que se pueden leer los evangelios: desde la experiencia de la fe, y con la fe en el Cristo, el Jesús-Cristo.
         Hemos hecho ese recorrido en todo este libro. Hemos indagado. Hemos tenido la dedicación y el tiempo para analizar algunos textos y hemos hecho nuestros propios descubrimientos.
     La metodología, no ha sido ninguna novedad, simplemente un recurso. Y nos ha dado maravillosos resultados.
         Nunca se ha dudado de la fe en el Resucitado. Todo lo contrario. Esa fe y ese afán de conocer más nos ha llevado a leer los textos de los evangelios para enamorarnos más del Resucitado. Siempre sometidos al criterio de interpretación del Magisterio. Ese ha sido nuestro norte.
         Esta experiencia es única y muy válida.
         Al punto que se podría decir con cierto orgullo que “nadie nos va a quitar lo bailado”.
         Termino como debe terminar todo teólogo con la profesión de fe. Porque es bajo la luz del Magisterio, y bajo su cobijo, que está en la obligación de considerar sus aportes.

Creo en Dios, Padre.
Creador de todo.
Dios de Dios. Luz de luz.
Creo en Jesucristo, su único Hijo.
Concebido de María, siempre Virgen. Concebida sin mancha.
Creo que su Hijo nació, vivió, predicó y murió en los tiempos de Poncio Pilato.
Creo que resucitó de entre los muertos.
 Creo en su muerte como el cumplimiento del plan de la Salvación de los hombres, proyectado por el Padre,
 para toda la humanidad.
Creo en la Institución de la Eucaristía, fuente de vida.
Creo en la Iglesia, fundada y querida por Cristo
 para la salvación del género humano.
Creo en la Iglesia, guiada y asistida por el Espíritu Santo.
Creo en el Magisterio de la Iglesia.
Creo en la resurrección y en la vida futura.

        
Amén.

Nota final:

         ¡Ha valido la pena!

         ¡Gloria a Dios!

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