“Proclama mi alma la grandeza del Señor...”
Lucas 1, 39-58:
En aquellos días, se levantó María y se
fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de
Zacarías y saludó a Isabel.
Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el
saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de
Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: “Bendita tú entre las mujeres
y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga
a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño
en mi seno.
¡Feliz la que ha creído que se cumplirían
las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!”
Y
dijo María: “Engrandece mi alma al Señor y
mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la
humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán
bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su
nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le
temen. Desplegó la fuerza de su brazo,
dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y
exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos
sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como había
anunciado a nuestros padres - en favor de Abraham y de su linaje por los
siglos.”
María
permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.
Se le
cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo.
Oyeron
sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se
congratulaban con ella.
Análisis y comparación del texto:
Por muchas razones el texto del Magnificat
puesto en la boca de María es continuación de la mentalidad de todo el Antiguo
Testamento. El autor lucano toma su contenido, y sobre todo, su concepto de
intervención de Dios en la historia del pueblo de Israel y lo coloca en los
labios de María.
Surge de inmediato un centenar de preguntas:
¿María pronunció verdaderamente ese texto?
¿De dónde toma el autor lucano esa versión y ese detalle? ¿Esa inserción del
cántico del Antiguo Testamento es más una comprensión global de las Escrituras
o, realmente, sucedió así? ¿María conocía el cántico citado? ¿Lo citó? ¿Lo
cantó, igualmente? O, ¿es recurso del autor y de la comunidad lucana para
engrandecer la figura de María?
Tradicionalmente la Iglesia ha mantenido que
estas palabras fueron dichas textualmente por María. ¿Será, fue y es así?
Recordemos que los Evangelios fueron escritos
mucho tiempo después de los acontecimientos y no en la inmediatez de lo
sucedido. Es decir, que no se trataba de una crónica. Porque de considerar que
es una crónica, entonces, no se puede dudar que las cosas sucedieron tal como
aparecen en el texto bíblico. Además, no podemos negar el propósito del autor,
como tampoco la continuidad de la inspiración divina en el plan de Salvación,
que es, al fin y al cabo, todo el contenido de las Sagradas Escrituras. Lo
segundo es lo más importante y la clave de todo. En otras palabras, de la
teología hecha desde los acontecimientos históricos concretos, como lo hacía el
autor del Evangelio de San Lucas.
Elementos aparentemente contradictorios del hecho:
Si nos detenemos en el
cántico citado vamos a encontrar muchos elementos que contradicen y que
desdicen de la figura de María, en caso de que ella lo haya cantado en la
visita a su prima Isabel.
La primera contradicción es
que María, en vez, de ser la humilde que se pretende enseñar y mostrar, tras la
cita y acontecimiento, es todo lo contrario. No tiene nada de humildad. Porque,
¿cómo va a decirse ella misma que Dios es grande porque puso los ojos en ella?
Como queriendo decir que Dios es grande porque ha mirado, precisamente, su
humildad. Como queriendo decir, también, que Dios hizo justicia, justamente,
porque se fijó en ella. ¿No es eso jactancia, soberbia y fanfarronería?
El segundo elemento es que
desde ese momento la van a llamar bienaventurada.
Como felicitándose ella misma. ¿Eso no desdice de una verdadera humildad? ¿Qué
podría estar creyéndose esa muchacha de Israel?
Las citas del Antiguo Testamento donde aparece el cántico del
Magnificat:
Ciertamente el cántico de María del Evangelio de
San Lucas se inspira en el cántico de Ana que aparece en el primer libro de
Samuel (1 Sam. 2, 1-10).
Veamos el contexto del hecho, en el caso de Ana
(1 Sam. 1; 2,1-11):
Hubo un hombre de Ramatáyim, sufita de la
montaña de Efraím, que se llamaba Elcaná, hijo de Yeroján, hijo de Elihú, hijo
de Toju, hijo de Suf, efraimita.
Tenía dos mujeres: una se llamaba Ana y
la otra Peninná; Peninná tenía hijos, pero Ana no los tenía.
Este hombre subía de año en año desde su
ciudad para adorar y ofrecer sacrificios a Yahveh Sebaot en Silo, donde estaban
Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí, sacerdotes de Yahveh.
El día en que Elcaná sacrificaba, daba
sendas porciones a su mujer Peninná y a cada uno de sus hijos e hijas, pero a
Ana le daba solamente una porción, pues aunque era su preferida, Yahveh había
cerrado su seno.
Su rival la zahería y vejaba de continuo,
porque Yahveh la había hecho estéril.
Así sucedía año tras año; cuando subían
al templo de Yahveh la mortificaba. Ana lloraba de continuo y no quería comer.
Elcaná su marido le decía: «Ana, ¿por qué
lloras y no comes? ¿Por qué estás triste? ¿Es que no soy para ti mejor que diez
hijos?»
Pero después que hubieron comido en la
habitación, se levantó Ana y se puso ante Yahveh. - El sacerdote Elí estaba
sentado en su silla, contra la jamba de la puerta del santuario de Yahveh.
Estaba ella llena de amargura y oró a
Yahveh llorando sin consuelo, e hizo este voto: «¡Oh Yahveh Sebaot! Si te
dignas mirar la aflicción de tu sierva y acordarte de mí, no olvidarte de tu
sierva y darle un hijo varón, yo lo entregaré a Yahveh por todos los días de su
vida y la navaja no tocará su cabeza. »
Como ella prolongase su oración ante
Yahveh, Elí observaba sus labios.
Ana oraba para sí; se movían sus labios,
pero no se oía su voz, y Elí creyó que estaba ebria, y le dijo: «¿Hasta cuándo
va a durar tu embriaguez? ¡Echa el vino que llevas!»
Pero Ana le respondió: «No, señor; soy
una mujer acongojada; no he bebido vino ni cosa embriagante, sino que desahogo
mi alma ante Yahveh.
No juzgues a tu sierva como una mala
mujer; hasta ahora sólo por pena y pesadumbre he hablado. »
Elí le respondió: «Vete en paz y que el
Dios de Israel te conceda lo que le has pedido. »
Ella dijo: «Que tu sierva halle gracia a
tus ojos.» Se fue la mujer por su camino, comió y no pareció ya la misma.
Se levantaron de mañana y, después de
haberse postrado ante Yahveh, regresaron, volviendo a su casa, en Ramá. Elcaná
se unió a su mujer Ana y Yahveh se acordó de ella.
Concibió Ana y llegado el tiempo dio a
luz un niño a quien llamó Samuel, «porque, dijo, se lo he pedido a Yahveh».
Subió el marido Elcaná con toda su
familia, para ofrecer a Yahveh el sacrificio anual y cumplir su voto, pero Ana
no subió, porque dijo a su marido: «Cuando el niño haya sido destetado,
entonces le llevaré, será presentado a Yahveh y se quedará allí para siempre.»
Elcaná, su marido, le respondió: «Haz lo
que mejor te parezca, y quédate hasta que lo destetes; así Yahveh cumpla su
palabra.» Se quedó, pues, la mujer y amamantó a su hijo hasta su destete.
Cuando lo hubo destetado, lo subió
consigo, llevando además un novillo de tres años, una medida de harina y un
odre de vino, e hizo entrar en la casa de Yahveh, en Silo, al niño todavía muy
pequeño.
Inmolaron el novillo y llevaron el niño a
Elí y ella dijo: «Óyeme, señor. Por tu vida, señor, yo soy la mujer que estuvo
aquí junto a ti, orando a Yahveh.
Este niño pedía yo y Yahveh me ha concedido
la petición que le hice.
Ahora yo se lo cedo a Yahveh por todos
los días de su vida; está cedido a Yahveh.» Y le dejó allí, a Yahveh. Entonces
Ana dijo esta oración: «Mi corazón exulta en Yahveh, mi cuerno se levanta en Dios, mi boca se
dilata contra mis enemigos, porque me he gozado en tu socorro[1].
No hay Santo como Yahveh, (porque nadie fuera de ti), ni roca como
nuestro Dios.
No multipliquéis palabras altaneras. No salga de vuestra boca la
arrogancia. Dios de sabiduría es Yahveh, suyo es juzgar las acciones.
El arco de los fuertes se ha quebrado, los que tambalean se ciñen de
fuerza.
Los hartos se contratan por pan, los hambrientos dejan su trabajo. La
estéril da a luz siete veces, la de muchos hijos se marchita.
Yahveh da muerte y vida, hace bajar al Seol y retornar.
Yahveh enriquece y despoja, abate y ensalza.
Levanta del polvo al humilde, alza del muladar al indigente para
hacerle sentar junto a los nobles, y darle en heredad trono de gloria, pues de
Yahveh los pilares de la tierra y sobre ellos ha sentado el universo.
Guarda los pasos de sus fieles, y los malos perecen en tinieblas, (pues
que no por la fuerza triunfa el hombre).
Yahveh, ¡quebrantados sus rivales! el Altísimo truena desde el cielo.
Yahveh juzga los confines de la tierra, da pujanza a su Rey, exalta el cuerno
de su Ungido.»
Partió Elcaná para Ramá, y el niño se
quedó para servir a Yahveh a las órdenes del sacerdote Elí.
¿En el caso de María, ella
se estaba igualando a Ana?
NO. María no estaba pidiendo
un hijo. Tampoco era estéril. Son dos casos distintos y opuestos. Sin duda. En
el caso de Ana se trataba de una especie de promesa y de su cumplimiento. María
no estaba pidiendo nada y por consiguiente no tenía ningún ofrecimiento que
hacer, mucho menos nada qué cumplir a cambio de un favor recibido.
La presencia de Dios en la historia de Israel, herencia lucana:
Es evidente, según los textos comparados, las
diferencias de circunstancias. María se hallaba en un momento histórico
distinto.
Pero, la pregunta se mantiene: ¿María pronunció el
cántico citado en el Evangelio de San Lucas? ¿Por lo menos, en la visita a la
prima Isabel? Que María haya conocido la historia de Ana y el fervor de su
ruego y cántico, no cabe la menor duda, al ser una judía conocedora de la
historia de su propio pueblo, y ser continuadora de las tradiciones de sus
mayores.
La pregunta concreta es, en este caso: ¿en el hecho
de la visita a Isabel, lo pronunció? ¿Es fiel el espíritu lucano,
veterotestamentario, por supuesto, y más aún convertido al mensaje cristiano y
de los doce a los acontecimientos históricos? Pregunta y cuestionamiento
interesantes.
No podemos olvidar que cuando alguien escribe tiene
una herencia, una tradición y un entorno histórico y social que lo marcan. En
el Evangelio de San Lucas no se puede negar esa influencia. La herencia, toda
la historia del pueblo de Israel. La tradición, la fidelidad a esa historia. El
entorno social e histórico, la continuidad permanente del plan de salvación.
Pero con una novedad: la real y evidente continuidad en los nuevos tiempos, que
empezaban con María, sin perder su relación al pasado histórico. Esa es la nota
característica de los evangelios, en donde Lucas no es la excepción, sino su
confirmación.
Es, entonces, cuando el autor lucano se mantiene en
la fidelidad, con la novedad que le caracteriza y coloca en los labios de
María, toda la tradición de la esperanza del proyecto de salvación, trazado en
todas las Escrituras. E, inspirándose en esa tradición coloca en sus labios
toda la fidelidad de la historia del pueblo de Israel, en la que los pobres
están encarnados, plasmados y realizados en la Hija de Sión, según se desprende del
libro de Deuteronomio, del Génesis, de Sofonías y de muchos otros textos, por
de más conocidos por la comunidad lucana, veterotestamentaria y convertida al
cristianismo.
Así, María, es la encarnación de la continuidad de
la historia del pueblo de Israel, conocedor de la constante intervención de
Dios.
Lucas, o su autor, (por eso se dice el autor lucano,
para insistir en que es la comunidad de creyentes, judíos fieles al plan de
Dios, convertidos) exulta de gozo, en las palabras de la historia, en el hecho
de la visita de María a su prima Isabel. Que María haya dicho y pronunciado el
cántico del Magnificat, en ese preciso momento, es lo menos importante. Más
bien, se trata de plasmar en ella la continuidad de la historia y de la
fidelidad de Dios en su plan.
El momento de la visita a Isabel era la gran
oportunidad para resaltar la historia. Y la historia, es la del proyecto de
Dios encarnado en ella. Aquí está la grandeza del Magnificat, que no es otra
cosa que el cántico de la fidelidad de la historia del plan de Dios. Es,
entonces, cuando es admirable el hilo conductor de la inspiración de las
Escrituras, en el que el autor lucano, se convierte en el paradigma y sujeto
resaltador de los acontecimientos, continuados y sin separación o rompimiento.
Todo lo contrario. El autor lucano resalta la historia en el hecho de la visita
de María a Isabel. Menos mal, porque, de lo contrario, María saldría mal parada
si ese cántico fuese su exclusividad y autoría.
La originalidad del Magnificat está, sin duda, en la
fidelidad de la historia del pueblo de Israel, y sobre todo, del nuevo pueblo
de Israel, es decir, del cristianismo, que ha sabido ser intérprete,
precisamente, de la historia. Pero, de la historia en continuidad, y no de
historia en el sentido de tradicionalismo,
por lo general, hermético y cerrado. Ahí está, justamente, la división y la
diferencia del antiguo del nuevo pueblo de Israel. Y del que Lucas o su autor
es el reflejo y su testimonio.
El autor lucano se convierte, entonces, en la gloria
a la fidelidad, en boca y labios de María. Y en donde los textos que
permanecen, en su fidelidad, no son otros que los que a continuación se dan.
Textos en su sentido de fidelidad en la mentalidad lucana:
Deuteronomio:
7, 6-ss:
“Porque tú eres un pueblo
consagrado a Yahveh tu Dios; él te ha elegido a ti para que seas el pueblo de
su propiedad personal entre todos los pueblos que hay sobre la haz de la
tierra.
No porque seáis el más
numeroso de todos los pueblos se ha prendado Yahveh de vosotros y os ha
elegido, pues sois el menos numeroso de todos los pueblos; sino por el amor que
os tiene y por guardar el juramento hecho a vuestros padres, por eso os ha
sacado Yahveh con mano fuerte y os ha librado de la casa de servidumbre, del
poder de Faraón, rey de Egipto.
Has de saber, pues, que
Yahveh tu Dios es el Dios verdadero, el Dios verdadero, el Dios fiel que guarda
la alianza y el amor por mil generaciones a los que le aman y guardan sus
mandamientos, pero que da su merecido en su propia persona a quien le odia,
destruyéndole. No es remiso con quien le odia: en su propia persona le da su
merecido.
Guarda, pues, los
mandamientos, preceptos y normas que yo te mando hoy poner en práctica.
Y por haber escuchado estas
normas, por haberlas guardado y practicado, Yahveh tu Dios te mantendrá la
alianza y el amor que bajo juramento prometió a tus padres.
Te amará, te bendecirá, te
multiplicará, bendecirá el fruto de tu seno y el fruto de tu suelo, tu trigo,
tu mosto, tu aceite, las crías de tus vacas y las camadas de tus rebaños, en el
suelo que a tus padres juró que te daría.
Serás bendito más que todos
los pueblos. No habrá macho ni hembra estéril en ti ni en tus rebaños.
Yahveh apartará de ti toda
enfermedad; no dejará caer sobre ti ninguna de esas malignas epidemias de
Egipto que tú conoces, sino que se las enviará a todos los que te odian.
Génesis 15, 1-ss:
Después de estos sucesos fue
dirigida la palabra de Yahveh a Abram en visión, en estos términos: «No temas,
Abram. Yo soy para ti un escudo. Tu premio será muy grande.»
Dijo Abram: «Mi Señor,
Yahveh, ¿qué me vas a dar, si me voy sin hijos...?.»
Dijo Abram: «He aquí que no
me has dado descendencia, y un criado de mi casa me va a heredar. »
Mas he aquí que la palabra
de Yahveh le dijo: «No te heredará ése, sino que te heredará uno que saldrá de
tus entrañas. »
Y sacándole afuera, le dijo:
«Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas.» Y le dijo: «Así
será tu descendencia. »
Y creyó él en Yahveh, el
cual se lo reputó por justicia.
Y le dijo: «Yo soy Yahveh
que te saqué de Ur de los caldeos, para darte esta tierra en propiedad. »
Él dijo: «Mi Señor, Yahveh,
¿en qué conoceré que ha de ser mía?»
Díjole: «Tráeme una novilla
de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un
pichón. »
Tomó él todas estas cosas, y
partiéndolas por medio, puso cada mitad enfrente de la otra. Los pájaros no los
partió.
Las aves rapaces bajaron
sobre los cadáveres, pero Abram las espantó.
Y sucedió que estando ya el
sol para ponerse, cayó sobre Abram un sopor, y de pronto le invadió un gran
sobresalto.
Yahveh dijo a Abram: «Has de
saber que tus descendientes serán forasteros en tierra extraña. Los
esclavizarán y oprimirán durante cuatrocientos años.
Pero yo a mi vez juzgaré a
la nación a quien sirvan; y luego saldrán con gran hacienda.
Tú en tanto vendrás en paz
con tus padres, serás sepultado en buena ancianidad.
Y a la cuarta generación
volverán ellos acá; porque hasta entonces no se habrá colmado la maldad de los
amorreos. »
Y, puesto ya el sol, surgió
en medio de densas tinieblas un horno humeante y una antorcha de fuego que pasó
por entre aquellos animales partidos.
Aquel día firmó Yahveh una
alianza con Abram, diciendo: «A tu descendencia he dado esta tierra, desde el
río de Egipto hasta el Río Grande, el río Eufrates:
los quenitas, quenizitas,
cadmonitas,
hititas, perizitas,
refaítas,
amorreos, cananeos,
guirgasitas y jebuseos. »
Génesis 17,
1-9:
Cuando Abram tenía 99 años,
se le apareció Yahveh y le dijo: «Yo soy El Sadday, anda en mi presencia y sé
perfecto.
Yo establezco mi alianza
entre nosotros dos, y te multiplicaré sobremanera. »
Cayó Abram rostro en tierra,
y Dios le habló así:
«Por mi parte he aquí mi
alianza contigo: serás padre de una muchedumbre de pueblos.
No te llamarás más Abram,
sino que tu nombre será Abraham, pues padre de muchedumbre de pueblos te he
constituido.
Te haré fecundo sobremanera,
te convertiré en pueblos, y reyes saldrán de ti.
Y estableceré mi alianza
entre nosotros dos, y con tu descendencia después de ti, de generación en
generación: una alianza eterna, de ser yo el Dios tuyo y el de tu posteridad.
Yo te daré a ti y a tu
posteridad la tierra en que andas como peregrino, todo el país de Canaán, en
posesión perpetua, y yo seré el Dios de los tuyos. »
Dijo Dios a Abraham:
«Guarda, pues, mi alianza, tú y tu posteridad, de generación en generación.
Sofonías 2, 3:
Buscad a Yahveh, vosotros
todos, humildes de la tierra, que cumplís sus normas; buscad la justicia,
buscad la humildad; quizá encontréis cobijo el Día de la cólera de Yahveh.
Ahí estaba la fidelidad.
Lucas es fiel. Lucas es el nuevo intérprete de
esa fidelidad en la historia.
Y, María, es la encarnación de esa fidelidad en la
mentalidad del autor lucano, por eso ella tenía que entonar el cántico de esa
fidelidad, nueva y reinterpretada en la historia de los nuevos acontecimientos
del nuevo pueblo de Israel.
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