viernes, 30 de diciembre de 2016

La Resurrección

 

Lucas 23:

50 Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo,
51 que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios.
52 Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús
53 y, después de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro excavado en la roca en el que nadie había sido puesto todavía.
54 Era el día de la Preparación, y apuntaba el sábado.
55 Las mujeres que habían venido con él desde Galilea, fueron detrás y vieron el sepulcro y cómo era colocado su cuerpo,
56 Y regresando, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron según el precepto.


1 El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado.
2 Pero encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro,
3 y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
4 No sabían que pensar de esto, cuando se presentaron ante ellas dos hombres con vestidos resplandecientes.
5 Como ellas temiesen e inclinasen el rostro a tierra, les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?
6 No está aquí, ha resucitado. Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo:
7 “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite.”
8 Y ellas recordaron sus palabras.
9 Regresando del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los demás.
10 Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás que estaban con ellas.
11 Pero todas estas palabras les parecían como desatinos y no les creían.
12 Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Se inclinó, pero sólo vio las vendas y se volvió a su casa, asombrado por lo sucedido.
13 Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén,
14 y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado.
15 Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos;
16 pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran.
17 Él les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» Ellos se pararon con aire entristecido.
18 Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?»
19 El les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo;
20 cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron.
21 Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó.
22 El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro,
23 y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía.
24 Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.»
25 Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas!
26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?»
27 Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras.
28 Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante.
29 Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Y entró a quedarse con ellos.
30 Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando.
31 Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado.
32 Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»
33 Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos,
34 que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!»
35 Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.
36 Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.»
37 Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu.
38 Pero él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón?
39 Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo.»
40 Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies.
41 Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?»
42 Ellos le ofrecieron parte de un pez asado.
43 Lo tomó y comió delante de ellos.
44 Después les dijo: «Estas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: “Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí.”
45 Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras,
46 y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día
47 y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén.
48 Vosotros sois testigos de estas cosas.

Después de todo lo que hemos tratado, el tema de la Resurrección, tiene que ser un tema obligatorio. No puede faltar. Sobre todo si queremos que todo lo que hemos visto sea, más o menos, un estudio completo.
La metodología será la misma: preguntas, cuestionamientos, comparaciones, relaciones, y, descubrimientos. La fuente, la misma hasta ahora: Las Sagradas Escrituras. No puede ser otra. Aunque la Tradición es la otra fuente complementaria. Pero, eso nos llevaría a otro tratado aparte, y sería realmente muy bueno, pues tendríamos que indagar en la Patrística y en la Patrología y, sin duda, en todas las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, enriquecido en el tiempo. Tal vez, algún día nos dediquemos a ello. Por ahora, no. Séanos suficiente Las Escrituras, como tal, sobre todo los textos de los Evangelios, en concreto.
Ciertamente, que la Tradición completan la interpretación de las Sagradas Escrituras. De manera que juntos, Escrituras y Tradición, son inseparables para la auténtica interpretación. De allí el Magisterio de la Iglesia.

La Resurrección:

Datos de los evangelios:


Lucas 24, 1-7:

El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado.
Pero encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro, y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
No sabían que pensar de esto, cuando se presentaron ante ellas dos hombres con vestidos resplandecientes.
Como ellas temiesen e inclinasen el rostro a tierra, les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?
No está aquí, ha resucitado. Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo: “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite.”
De aquí podemos entresacar los siguientes datos:

·        Primer día de la semana.
·        Muy de mañana.
·        La piedra del sepulcro había sido retirada del sepulcro.
·        Entraron.
·        No hallaron el cuerpo de Jesús.
·        No está aquí, ha resucitado.

El evangelista San Lucas no da ningún detalle de cómo fue la Resurrección. Nadie estuvo presente. El único dato es que el sepulcro está vacío. Ese dato es muy importante. Tampoco aparece nada en los otros tres evangelios. No hubo testigos. Lo único que refieren es que la piedra estaba movida, o que fue movida. Lo que se desprende de Marcos, Mateo y Lucas es que hubo alguien que la movió. Mateo dice expresamente que era un ángel y expresamente movió la piedra en vista de las mujeres: Mateo 28, 2: “De pronto se produjo un gran terremoto, pues el Ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella.” Según Mateo, no solamente movió la piedra, sino que se sentó encima de la piedra. Marcos dice que la piedra ya estaba movida. El evangelista San Juan no dice nada de hombres, ni de ángeles, simplemente que la piedra ya estaba quitada del sepulcro.
Volvamos a nuestra metodología, es decir, a las preguntas.

Contradicciones entre los mismos evangelistas:


¿La piedra estaba movida y quitada del sepulcro? ¿Quién la movió? Según San Mateo, el ángel del Señor. Según los otros evangelistas, no se supo quién fue. La acción concreta de mover la piedra sólo lo cuenta el evangelista San Mateo. Este dato es muy interesante. Anotémoslo para sumarlo a los otros elementos que hacen las diferencias entre los mismos evangelistas. Nos va a ser útil. Porque ya se comienza a notar que cada uno cuenta detalles distintos, y hasta, aparentemente, contradictorios. ¿Por qué? ¿Es que no se pusieron de acuerdo en esos detalles tan importantes? Tal vez, sí; tal vez, no. Ya veremos.
En todo caso, la piedra fue movida, ya en presencia de las mismas mujeres que fueron al sepulcro, ya porque la encontraron movida.
Hasta aquí todo bien: la piedra fue movida.
¿Las mujeres qué hicieron, se fueron corriendo, se desmayaron, terminaron de empujar la piedra, qué hicieron? Según San Lucas 24, 2, entraron: “Pero encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro, y entraron...” Según San Mateo, el ángel les hace la invitación de que pasen a verificar que no está el cuerpo de Jesús, pero no dice que las mujeres entraron. Al contrario, después de las palabras del ángel salieron corriendo a comunicarles la noticia al resto de los discípulos. Dice Mateo 28, 5-8:

El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: «Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba.
Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: “Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis.” Ya os lo he dicho.
Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos.

El evangelista San Marcos, por su parte, sí dice que entraron. Marcos 16, 5: “Y entrando en el sepulcro vieron a un joven sentado en el lado derecho, vestido con una túnica blanca, y se asustaron.” El evangelista San Juan cuenta que María Magdalena se regresó corriendo. Y este otro detalle también es importante anotarlo, para sumarlo, a los detalles y descubrir que son diferentes, unos de otros. El detalle es que, según San Juan, solamente fue al sepulcro María Magdalena; mientras, que según los otros no se ponen de acuerdo de quiénes fue las que fueron al sepulcro. Así tenemos que la única que aparece en tres de ellos es María Magdalena, ya que Lucas no identifica a ninguna. Según San Marcos fueron María Magdalena, María la de Santiago y Salomé; según San Mateo, María Magdalena y la otra María. ¿Entonces, cuántas fueron, dos, tres, una, y, quiénes? ¿Por fin?
Ese detalle también es importante hacerlo resaltar.
Pero volvamos a lo de sí entraron o no. Según San Juan, la única que fue, no entró. Salió corriendo. Y los otros, tampoco se ponen de acuerdo: unos que sí, otro que no. Y esta contradicción es lógica, ya que si no saben, por fin, cuántas y quiénes fueron, mucho menos van a saber si entraron o no entraron al sepulcro.
¿Es importante resaltar ese detalle?
La otra información también distinta y propia se encuentra en el evangelio de San Juan.
Según San Juan, los que entraron al sepulcro, después de la noticia de María Magdalena, fueron Pedro y Juan. Aunque Juan llegó primero. Pero tenía que cederle el honor a Pedro, que era el jefe. Fue Pedro el primero que entró. Y, por lo visto, fueron los únicos que entraron. No dice nada de que María Magdalena haya entrado, ni antes, ni después de ellos. En el caso de Juan, ¿sería que tenía miedo de ver al muerto? ¿No le tenemos todos miedo a los muertos? Por muy familiares que sean, los muertos son siempre muertos, y dan miedo. Muerto es muerto, y es feo. Dejémonos de cuento. ¿No le pasaría otro tanto a Juan, a pesar de que llegó primero?
La pregunta que tiene que estar prevaleciendo en este momento, después de descubrir las diferencias que hay entre los mismos evangelistas es: ¿Por qué esas diferencias, por qué no se pusieron de acuerdo en esos detalles tan importantes?
La respuesta ya la hemos dado en alguna otra parte de este mismo libro: porque cada evangelista está haciendo su propia Cristología, y, por consiguiente, tiene su propia línea teológica. Esto es muy importante tenerlo en cuenta, ya que a cada evangelista hay que leerlo bajo su propia óptica y visión global. Y, luego, hay que leer los cuatro evangelios bajo la óptica de conjunto. Lo que significa que hay cuatro cristologías en los cuatro evangelios y una cristología de los evangelios. Si no se tiene bien claro esa característica se pierde la totalidad de la Revelación de las Escrituras. Ahí está la clave de la Revelación.
Y, esto también se aplica a este libro que Ud. ha estado leyendo. También tiene una cristología inspirada y motivada por la cristología en conjunto de todos los evangelios, sumado al Magisterio de la Iglesia, al que se somete como único patrón de interpretación.
De hecho, hasta este momento, en este libro no se está interpretando nada. En absoluto. Sólo se han ido tomando los elementos ocultos, pero presentes, en los evangelios, y se les ha dado un toque propio, con una metodología propia. Allí radica la novedad, si es que acaso la pueda haber.
Ahora bien. ¿Cuál es la teología de las Cristologías por separado de cada evangelista? Muy fácil: la misma de la teología única de los cuatro evangelios en conjunto: la fe en el Resucitado, y que es una experiencia.
Los evangelistas están plasmando su profesión de fe en el Resucitado. La clave es que tienen la experiencia del Resucitado y la están escribiendo. Que hayan sido cuatro, tres, dos, o una mujer la que fue al sepulcro; que haya sido Pedro o Juan el que entró primero, o después; que la piedra la movió un ángel, o que ya estaba movida; eso, no es lo que está moviendo a los evangelistas al escribir su experiencia del Resucitado. Lo que les mueve es, precisamente, la experiencia del Resucitado. De hecho, nadie estuvo como testigo en la resurrección como tal. Por consiguiente, nadie, en absoluto, podrá dar los detalles pormenorizados de ese acontecimiento. Porque es un acontecimiento de fe y desde la fe.
Eso hace la diferencia y la distinción de cada evangelista. Y eso hace, precisamente, la unión de los evangelios: les une la misma fe, personal y experiencial del Resucitado, y en donde cada uno hace un enfoque de acuerdo con su cultura, su entorno, y, otros muchos elementos que hacen la diferencia, entre uno y otro. Pero, donde todos en conjunto tienen la misma inspiración divina que los motiva a hacer la teología, también en su conjunto, porque en eso consiste la Revelación. No hay otra. Decir más, es complicar las cosas. Decir menos, es amputarle elementos al conjunto de la inspiración en la Revelación.
Así que no hay más que decir. Es.
Amén.
De todas maneras puntualicemos que los únicos datos para hablar del hecho del Resucitado son el sepulcro vacío y las apariciones del Resucitado a los apóstoles. No hay otros elementos. Nadie estuvo presente. Todo lo que se diga, al respecto, obedece a la imaginación.
Pero, antes de terminar vamos a llamar la atención a algunos de los detalles particulares del evangelio de San Juan. Ahora se entienden que sean, porque es lógico, según lo que estamos diciendo, y que ha sido nuestra constante en este libro. Esos detalles del evangelista San Juan son: Pedro fue el que entró, primero. También el detalle de las vendas en el suelo y lo del sudario, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte.
A esos detalles sería útil que le dedicáramos tiempo. Pero no será ahora. Porque con toda seguridad, debe tener un por qué y un para qué en el evangelista San Juan, si no, no se entiende que haya contado esos detalles. Esa es la diferencia en su cristología.
Terminemos como debe terminar, en este caso, la confesión de fe en el Resucitado, citando uno de los evangelios, y con ello terminamos nuestro libro:

Lucas 24, 5b-7:

«¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?
No está aquí, ha resucitado. Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo: “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite. ”


Amén.

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