La Resurrección
Lucas
23:
50 Había un hombre llamado José, miembro
del Consejo, hombre bueno y justo,
51 que no había asentido al consejo y
proceder de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de
Dios.
52 Se presentó a Pilato y le pidió el
cuerpo de Jesús
53 y, después de descolgarle, le envolvió
en una sábana y le puso en un sepulcro excavado en la roca en el que nadie
había sido puesto todavía.
54 Era el día de la Preparación , y
apuntaba el sábado.
55 Las mujeres que habían venido con él
desde Galilea, fueron detrás y vieron el sepulcro y cómo era colocado su
cuerpo,
56 Y regresando, prepararon aromas y
mirra. Y el sábado descansaron según el precepto.
1 El primer día de la semana, muy de
mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado.
2 Pero encontraron que la piedra había
sido retirada del sepulcro,
3 y entraron, pero no hallaron el cuerpo
del Señor Jesús.
4 No sabían que pensar de esto, cuando se
presentaron ante ellas dos hombres con vestidos resplandecientes.
5 Como ellas temiesen e inclinasen el
rostro a tierra, les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está
vivo?
6 No está aquí, ha resucitado. Recordad
cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo:
7 “Es necesario que el Hijo del hombre
sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al tercer día
resucite.”
8 Y ellas recordaron sus palabras.
9 Regresando del sepulcro, anunciaron
todas estas cosas a los Once y a todos los demás.
10 Las que decían estas cosas a los
apóstoles eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás que
estaban con ellas.
11 Pero todas estas palabras les parecían
como desatinos y no les creían.
12 Pedro se levantó y corrió al sepulcro.
Se inclinó, pero sólo vio las vendas y se volvió a su casa, asombrado por lo
sucedido.
13 Aquel mismo día iban dos de ellos a un
pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén,
14 y conversaban entre sí sobre todo lo
que había pasado.
15 Y sucedió que, mientras ellos
conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos;
16 pero sus ojos estaban retenidos para
que no le conocieran.
17 Él les dijo: «¿De qué discutís entre
vosotros mientras vais andando?» Ellos se pararon con aire entristecido.
18 Uno de ellos llamado Cleofás le
respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que
estos días han pasado en ella?»
19 El les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le
dijeron: «Lo de Jesús el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y
palabras delante de Dios y de todo el pueblo;
20 cómo nuestros sumos sacerdotes y
magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron.
21 Nosotros esperábamos que sería él el
que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días
desde que esto pasó.
22 El caso es que algunas mujeres de las
nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro,
23 y, al no hallar su cuerpo, vinieron
diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él
vivía.
24 Fueron también algunos de los nuestros
al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le
vieron.»
25 Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos
de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas!
26 ¿No era necesario que el Cristo
padeciera eso y entrara así en su gloria?»
27 Y, empezando por Moisés y continuando
por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las
Escrituras.
28 Al acercarse al pueblo a donde iban,
él hizo ademán de seguir adelante.
29 Pero ellos le forzaron diciéndole:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Y entró a
quedarse con ellos.
30 Y sucedió que, cuando se puso a la
mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba
dando.
31 Entonces se les abrieron los ojos y le
reconocieron, pero él desapareció de su lado.
32 Se dijeron uno a otro: «¿No estaba
ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y
nos explicaba las Escrituras?»
33 Y, levantándose al momento, se
volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con
ellos,
34 que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha
resucitado y se ha aparecido a Simón!»
35 Ellos, por su parte, contaron lo que
había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.
36 Estaban hablando de estas cosas,
cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.»
37 Sobresaltados y asustados, creían ver
un espíritu.
38 Pero él les dijo: «¿Por qué os
turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón?
39 Mirad mis manos y mis pies; soy yo
mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo
tengo.»
40 Y, diciendo esto, les mostró las manos
y los pies.
41 Como ellos no acabasen de creerlo a
causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de
comer?»
42 Ellos le ofrecieron parte de un pez
asado.
43 Lo tomó y comió delante de ellos.
44 Después les dijo: «Estas son aquellas
palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: “Es necesario
que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos
acerca de mí.”
45 Y, entonces, abrió sus inteligencias
para que comprendieran las Escrituras,
46 y les dijo: «Así está escrito que el
Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día
47 y se predicara en su nombre la
conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde
Jerusalén.
48 Vosotros sois testigos de estas cosas.
Después de todo lo que hemos tratado, el tema de la Resurrección , tiene
que ser un tema obligatorio. No puede faltar. Sobre todo si queremos que todo
lo que hemos visto sea, más o menos, un estudio completo.
La metodología será la misma: preguntas, cuestionamientos,
comparaciones, relaciones, y, descubrimientos. La fuente, la misma hasta ahora:
Las Sagradas Escrituras. No puede ser otra. Aunque la Tradición es la otra
fuente complementaria. Pero, eso nos llevaría a otro tratado aparte, y sería
realmente muy bueno, pues tendríamos que indagar en la Patrística y en la Patrología y, sin duda,
en todas las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia , enriquecido en el tiempo. Tal vez, algún
día nos dediquemos a ello. Por ahora, no. Séanos suficiente Las Escrituras,
como tal, sobre todo los textos de los Evangelios, en concreto.
Ciertamente,
que la Tradición
completan la interpretación de las Sagradas Escrituras. De manera que juntos,
Escrituras y Tradición, son inseparables para la auténtica interpretación. De
allí el Magisterio de la
Iglesia.
La Resurrección:
Datos de los evangelios:
Lucas 24, 1-7:
El primer día de la semana, muy de
mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado.
Pero encontraron que la piedra había sido
retirada del sepulcro, y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
No sabían que pensar de esto, cuando se
presentaron ante ellas dos hombres con vestidos resplandecientes.
Como ellas temiesen e inclinasen el
rostro a tierra, les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está
vivo?
No está aquí, ha resucitado. Recordad
cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo: “Es necesario que el
Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al
tercer día resucite.”
De aquí podemos
entresacar los siguientes datos:
·
Primer día de la semana.
·
Muy de mañana.
·
La piedra del sepulcro
había sido retirada del sepulcro.
·
Entraron.
·
No hallaron el cuerpo de
Jesús.
·
No está aquí, ha
resucitado.
El evangelista
San Lucas no da ningún detalle de cómo fue la Resurrección. Nadie
estuvo presente. El único dato es que el sepulcro está vacío. Ese dato es muy
importante. Tampoco aparece nada en los otros tres evangelios. No hubo testigos.
Lo único que refieren es que la piedra estaba movida, o que fue movida. Lo que
se desprende de Marcos, Mateo y Lucas es que hubo alguien que la movió. Mateo
dice expresamente que era un ángel y expresamente movió la piedra en vista de
las mujeres: Mateo 28, 2: “De pronto
se produjo un gran terremoto, pues el Ángel del Señor bajó del cielo y,
acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella.” Según
Mateo, no solamente movió la piedra, sino que se sentó encima de la piedra.
Marcos dice que la piedra ya estaba movida. El evangelista San Juan no dice
nada de hombres, ni de ángeles, simplemente que la piedra ya estaba quitada del
sepulcro.
Volvamos a
nuestra metodología, es decir, a las preguntas.
Contradicciones entre los mismos evangelistas:
¿La piedra estaba movida y
quitada del sepulcro? ¿Quién la movió? Según San Mateo, el ángel del Señor.
Según los otros evangelistas, no se supo quién fue. La acción concreta de mover
la piedra sólo lo cuenta el evangelista San Mateo. Este dato es muy interesante.
Anotémoslo para sumarlo a los otros elementos que hacen las diferencias entre
los mismos evangelistas. Nos va a ser útil. Porque ya se comienza a notar que
cada uno cuenta detalles distintos, y hasta, aparentemente, contradictorios.
¿Por qué? ¿Es que no se pusieron de acuerdo en esos detalles tan importantes?
Tal vez, sí; tal vez, no. Ya veremos.
En todo caso, la piedra fue
movida, ya en presencia de las mismas mujeres que fueron al sepulcro, ya porque
la encontraron movida.
Hasta aquí todo bien: la piedra
fue movida.
¿Las mujeres qué hicieron,
se fueron corriendo, se desmayaron, terminaron de empujar la piedra, qué
hicieron? Según San Lucas 24, 2, entraron: “Pero encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro, y
entraron...” Según San Mateo, el ángel les hace la invitación de que
pasen a verificar que no está el cuerpo de Jesús, pero no dice que las mujeres
entraron. Al contrario, después de las palabras del ángel salieron corriendo a
comunicarles la noticia al resto de los discípulos. Dice Mateo 28, 5-8:
El Ángel se dirigió a las mujeres y les
dijo: «Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; no está
aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba.
Y ahora id enseguida a decir a sus
discípulos: “Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a
Galilea; allí le veréis.” Ya os lo he dicho.
Ellas partieron a toda prisa del
sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos.
El evangelista San Marcos, por
su parte, sí dice que entraron. Marcos 16, 5: “Y entrando en el sepulcro vieron a un joven sentado en el lado derecho,
vestido con una túnica blanca, y se asustaron.” El evangelista San Juan
cuenta que María Magdalena se regresó corriendo. Y este otro detalle también es
importante anotarlo, para sumarlo, a los detalles y descubrir que son
diferentes, unos de otros. El detalle es que, según San Juan, solamente fue al
sepulcro María Magdalena; mientras, que según los otros no se ponen de acuerdo
de quiénes fue las que fueron al sepulcro. Así tenemos que la única que aparece
en tres de ellos es María Magdalena, ya que Lucas no identifica a ninguna.
Según San Marcos fueron María Magdalena, María la de Santiago y Salomé; según
San Mateo, María Magdalena y la otra María. ¿Entonces, cuántas fueron, dos,
tres, una, y, quiénes? ¿Por fin?
Ese detalle también es
importante hacerlo resaltar.
Pero volvamos a lo de sí
entraron o no. Según San Juan, la única que fue, no entró. Salió corriendo. Y
los otros, tampoco se ponen de acuerdo: unos que sí, otro que no. Y esta
contradicción es lógica, ya que si no saben, por fin, cuántas y quiénes fueron,
mucho menos van a saber si entraron o no entraron al sepulcro.
¿Es importante resaltar ese
detalle?
La otra información también
distinta y propia se encuentra en el evangelio de San Juan.
Según San Juan, los que
entraron al sepulcro, después de la noticia de María Magdalena, fueron Pedro y
Juan. Aunque Juan llegó primero. Pero tenía que cederle el honor a Pedro, que
era el jefe. Fue Pedro el primero que entró. Y, por lo visto, fueron los únicos
que entraron. No dice nada de que María Magdalena haya entrado, ni antes, ni
después de ellos. En el caso de Juan, ¿sería que tenía miedo de ver al muerto?
¿No le tenemos todos miedo a los muertos? Por muy familiares que sean, los
muertos son siempre muertos, y dan miedo. Muerto es muerto, y es feo. Dejémonos
de cuento. ¿No le pasaría otro tanto a Juan, a pesar de que llegó primero?
La pregunta que tiene que
estar prevaleciendo en este momento, después de descubrir las diferencias que
hay entre los mismos evangelistas es: ¿Por qué esas diferencias, por qué no se
pusieron de acuerdo en esos detalles tan importantes?
La respuesta ya la hemos
dado en alguna otra parte de este mismo libro: porque cada evangelista está
haciendo su propia Cristología, y, por consiguiente, tiene su propia línea
teológica. Esto es muy importante tenerlo en cuenta, ya que a cada evangelista
hay que leerlo bajo su propia óptica y visión global. Y, luego, hay que leer los
cuatro evangelios bajo la óptica de conjunto. Lo que significa que hay cuatro
cristologías en los cuatro evangelios y una cristología de los evangelios. Si
no se tiene bien claro esa característica se pierde la totalidad de la Revelación de las
Escrituras. Ahí está la clave de la Revelación.
Y, esto también se aplica a
este libro que Ud. ha estado leyendo. También tiene una cristología inspirada y
motivada por la cristología en conjunto de todos los evangelios, sumado al
Magisterio de la Iglesia ,
al que se somete como único patrón de interpretación.
De hecho, hasta este
momento, en este libro no se está interpretando nada. En absoluto. Sólo se han
ido tomando los elementos ocultos, pero presentes, en los evangelios, y se les
ha dado un toque propio, con una metodología propia. Allí radica la novedad, si
es que acaso la pueda haber.
Ahora bien. ¿Cuál es la
teología de las Cristologías por separado de cada evangelista? Muy fácil: la
misma de la teología única de los cuatro evangelios en conjunto: la fe en el Resucitado,
y que es una experiencia.
Los evangelistas están
plasmando su profesión de fe en el Resucitado. La clave es que tienen la
experiencia del Resucitado y la están escribiendo. Que hayan sido cuatro, tres,
dos, o una mujer la que fue al sepulcro; que haya sido Pedro o Juan el que
entró primero, o después; que la piedra la movió un ángel, o que ya estaba
movida; eso, no es lo que está moviendo a los evangelistas al escribir su
experiencia del Resucitado. Lo que les mueve es, precisamente, la experiencia
del Resucitado. De hecho, nadie estuvo como testigo en la resurrección como
tal. Por consiguiente, nadie, en absoluto, podrá dar los detalles
pormenorizados de ese acontecimiento. Porque es un acontecimiento de fe y desde
la fe.
Eso hace la diferencia y la
distinción de cada evangelista. Y eso hace, precisamente, la unión de los
evangelios: les une la misma fe, personal y experiencial del Resucitado, y en
donde cada uno hace un enfoque de acuerdo con su cultura, su entorno, y, otros
muchos elementos que hacen la diferencia, entre uno y otro. Pero, donde todos
en conjunto tienen la misma inspiración divina que los motiva a hacer la
teología, también en su conjunto, porque en eso consiste la Revelación. No hay
otra. Decir más, es complicar las cosas. Decir menos, es amputarle elementos al
conjunto de la inspiración en la
Revelación.
Así que no hay más que
decir. Es.
Amén.
De todas maneras
puntualicemos que los únicos datos para hablar del hecho del Resucitado son el
sepulcro vacío y las apariciones del Resucitado a los apóstoles. No hay otros
elementos. Nadie estuvo presente. Todo lo que se diga, al respecto, obedece a
la imaginación.
Pero, antes de terminar
vamos a llamar la atención a algunos de los detalles particulares del evangelio
de San Juan. Ahora se entienden que sean, porque es lógico, según lo que
estamos diciendo, y que ha sido nuestra constante en este libro. Esos detalles
del evangelista San Juan son: Pedro fue el que entró, primero. También el
detalle de las vendas en el suelo y lo del sudario, no junto a las vendas, sino
plegado en un lugar aparte.
A esos detalles sería útil
que le dedicáramos tiempo. Pero no será ahora. Porque con toda seguridad, debe
tener un por qué y un para qué en el evangelista San Juan, si no, no se
entiende que haya contado esos detalles. Esa es la diferencia en su
cristología.
Terminemos como debe
terminar, en este caso, la confesión de fe en el Resucitado, citando uno de los
evangelios, y con ello terminamos nuestro libro:
Lucas 24, 5b-7:
«¿Por qué buscáis entre los muertos al
que está vivo?
No está aquí, ha resucitado. Recordad
cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo: “Es necesario que el
Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al
tercer día resucite. ”
Amén.
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