viernes, 30 de diciembre de 2016

Jesús perdido en el Templo

 

Lucas 2, 41, 52:

Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua.
Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres.
Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.
Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas.
Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.»
Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»
Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio.
Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.
Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

Detalles ocultos y lógicos del hecho:


Existen en este relato muchos detalles realmente interesantes que valen la pena resaltar. No es necesario forzarlos. Simplemente se descubren si aplicamos la lógica.
Igualmente, encontramos muchos elementos que desdicen de María y de José, en este caso.
El primero, es que Jesús se les escapó a María y a José. Dice el texto:

Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres.”

Nada fuera que les haya hecho una travesura, en caso de serlo, sino que sus padres dieron con el niño a los tres días.

Ante esa realidad expresa en el texto, surgen preguntas:

Descuido:


¿Dónde están los modelos de padre y madre, que se percataron de la desaparición de su hijo, pasados los días, al volverse, como dice el evangelista? ¿Dónde quedan la abnegación de la madre y el cuidado y todo lo demás que se puede desprender de ese descuido? Podría pensarse, inmediatamente, que eran demasiado confiados. Lo más lógico, según el relato, es que el niño estuviese con los familiares, porque María y José fueron a buscarlos entre sus familiares y conocidos, primero, y, sólo después, fue que regresaron a Jerusalén a buscarlo. ¿Es eso atención y cuidado? ¿Dónde queda la madre atenta? Admitamos que el niño tenía doce años, como lo resalta el texto, y que ya estaba grandecito y sabía bien lo que hacía. Pero, por lo menos, una madre normal, hubiese estado al tanto de lo mínimo y un niño en circunstancias naturales de familia le hubiese comunicado a su mamá sus intenciones. Pero, ¿tres días perdido? No suena muy halagador que digamos, ni para uno, ni para otros. Ni para el niño obediente y humilde, que no busca darle dolores de cabeza a la familia, ni para los padres que deberían estar al tanto del comportamiento y desenvoltura del muchacho.
Ciertamente, que estos elementos desdicen mucho de una familia modelo. ¡¿Entonces?! Queda mal María, y muy mal, José. ¿Dónde estaba su autoridad, su respeto, la sujeción y el control de la familia? Con toda seguridad, en la actualidad, les aplicarían mano dura, a nivel de organizaciones infantiles, a favor de los derechos del niño.

El colmo del descuido:


“El colmo de los colmos”, como se dice, es que cuando María y José, después de tres días de búsqueda, encuentran al niño, le reclaman su acción. Dice el texto:

Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando. »

En este pedacito, también María tiene todas las de perder. Es decir, que todavía tiene la osadía, para no utilizar una palabra más fuerte, de reclamarle. El reclamo debería ser, más bien, para ella. El colmo de los colmos. ¡Es evidente!
Además, lo más lógico es que una madre normal, se le echa encima lo cubre de besos, de abrazos, lo carga en los brazos, lo revisa para comprobar su estado de salud. ¿No haría tal una madre normal en circunstancias parecidas? ¿Por qué lo regaña y le reclama? O, ¿es que toma la delantera para disimular su descuido y dejadez de madre? ¿No era su obligación? ¿Y, José?
Vuelve a quedar en tela de juicio el modelo de familia.
Por lo menos, María y José tendrían que estar agradecidos que por lo menos estaba en el Templo. Peor que hubiese estado en otro sitio o que no hubiese aparecido. O que lo hubieran raptado, o que estuviese perdido en las calles o en cualquier otro sitio distinto, o que estuviese llorando, sin rumbos, en las calles de la ciudad. En ese tiempo, ¿el niño había comido, dónde, qué, cómo? De nada de eso se preocupan María y José. Al contrario, lo regañan. O, ¿no es un regaño lo que le dicen, apenas lo encuentran: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.»?
Por lo visto, las cosas están peores, porque la respuesta del niño no fue muy bonita que digamos.



La respuesta grosera del niño:


Todos estaban a la defensiva. María y José. También el niño.
La respuesta de Jesús fue también una especie de reclamo a su madre, lo que deja entrever que aquella relación no era tan modelo, como se suele insistir. Dice:

“Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio”.

¡Ya iban a entender la respuesta que les dio!
¡Toma lo tuyo!, como quien dice.
La respuesta está en consonancia con los acontecimientos. ¿Van a venir a reclamar cuando no han cumplido su auténtica tarea de padres responsables? Podría pensarse de inmediato. Y parece lógico.
¡Ah, muchacho grosero!
¿Y, José, y su autoridad? Era mejor que se quedara callado. Quizás en ese su silencio José estaba aceptando su descuido.
O, ¿es que eran las salidas típicas del muchacho y José prefería callarse? O, ¿es que el muchacho tenía razón? Si, ¿pero, un padre normal no se hubiese impuesto, y, por lo menos, no le pega un grito o hace un detalle para hacer valer su respeto, su autoridad y demás elementos de jefe de familia? No cuadran las cosas. Es evidente.

Se repite y se mantiene la contradicción:


Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

El texto termina ese acontecimiento con una contradicción. Dice que “bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos”.
¡Vaya a verse qué quiere decir que vivía sujeto a ellos después de todo lo que había sucedido en Jerusalén! Un padre normal impone un castigo o algo parecido. Prohíbe las salidas sin la familia, busca enmendar los descuidos, busca una solución, en caso de que sea un verdadero problema. Lo manda a una casa de formación especializada o diseña un reglamento estricto de familia para poder tener el control absoluto de la familia.
¿O sea, que hasta ese momento no había vivido sujeto a ellos? ¿O, es que a partir de ese momento, fue que se logró su control y sometimiento?
¡Vaya problema! En caso de serlo. Y tenía que serlo.

Cuestionamientos al acontecimiento, como tal:


A claras se ve que este relato del evangelista deja mal parados a los tres personajes involucrados, a María, a José y a Jesús, adolescente. Porque en vez de resaltar la relación de familia perfecta la mal pone. Mucho menos que sea la familia modelo. ¿Cómo pretender que así sea, después de esta historia?
Desde esa perspectiva, ¿qué motiva al autor a colocar esa escena? Alguna intención ha de tener. Por supuesto. No fue colocada esa historia para desdecir, desde el punto de vista de la inspiración divina, y, por consiguiente, teológica en la vida de Jesús. Ha de tener una inspiración y un hilo conductor, si no, el autor omite ese detalle, por de más interesante, siendo así, que es el único que lo cuenta.
Visto así, el texto presentado comienza a iluminarse, y del que podemos entresacar algunos elementos útiles. Tengamos en alta consideración la frecuencia insistente en la Biblia de los números, tales como el doce, el tres y otros. Y en el relato que nos ocupa, aparecen.
Doce, los años de Jesús. Tres, los días de su desaparición.
Hagamos preguntas: ¿Dónde aparece en el Antiguo Testamento la referencia a doce años? Y demos las referencias.

Referencias bíblicas a “doce años”:


En Génesis 14, 1-6:

Aconteció en los días de Amrafel, rey de Senaar, de Aryok, rey de Ellasar, de Kedorlaomer, rey de Elam, y de Tidal, rey de Goyim, que éstos hicieron guerra a Berá, rey de Sodoma, a Birsá, rey de Gomorra, a Sinab, rey de Admá, a Semeber, rey de Seboyim, al rey de Belá (o sea, Soar).
Estos últimos se coligaron en el valle de Siddim (esto es, el mar de la Sal). Doce años habían servido a Kedorlaomer, pero el año trece se rebelaron.
Vinieron, pues, en el año catorce Kedorlaomer y los reyes que estaban por él, y derrotaron a los refaítas en Asterot Carnáyim, a los zuzíes en Ham, a los emíes en la llanura de Quiryatáyim, y a los joritas en las montañas de Seír hasta El Parán, que está frente al desierto.


En 1 Reyes 16, 23:
El año 31 de Asá, rey de Judá, comenzó a reinar Omrí sobre Israel y reinó doce años. Reinó seis años en Tirsá.

En 2 Reyes 3, 1:

Joram, hijo de Ajab, comenzó a reinar sobre Israel en Samaría el año dieciocho de Josafat, rey de Judá, y reinó doce años[1].

En 2 Reyes 21, 1:
Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó 55 años[2] en Jerusalén; el nombre de su madre era Jefsí Baj.

En Nehemías 5, 14:

Además, desde el día en que el rey me mandó ser gobernador del país de Judá, desde el año veinte hasta el 32 del rey Artajerjes, durante doce años, ni yo ni mis hermanos comimos jamás del pan del gobernador.

En Primer libro de los Macabeos 1, 7:

Reinó Alejandro doce años y murió.

Pregunta: ¿habrá alguna relación implícita entre esas referencias a doce años, con los doce años de Jesús adolescente?
Pareciera que el autor está relacionando los doce años con gobiernos, y mandatos, y poderío. Reino de maldades. ¿Habrá relación? Pareciera.
¿Qué idea podría estar de fondo teológico, histórico y salvífico en ese detalle de la edad de Jesús, precisamente a los doce años de su edad? ¿Serán los doce años de su edad, o será los doce nuevos años del nuevo reinado, precisamente, desde Jesús de Nazareth?
Se torna interesante ese detalle y con ello cobra nuevas luces ese acontecimiento del niño perdido en el Templo.

La referencia a los tres días de su hallazgo en el Templo:


Ahora veamos lo de los tres días.

En Génesis 40, 1-13:

Después de estas cosas sucedió que el escanciador y el panadero del rey de Egipto ofendieron a su señor, el rey de Egipto.
Faraón se enojó contra sus dos eunucos, contra el jefe de los escanciadores y el jefe de los panaderos, y les puso bajo la custodia en casa del jefe de los guardias, en prisión, en el lugar donde estaba detenido José.
El jefe de los guardias encargó de ellos a José, para que les sirviese. Así pasaban los días en presidio.
Aconteció que ambos soñaron sendos sueños en una misma noche, cada cual con su sentido propio: el escanciador y el panadero del rey de Egipto que estaban detenidos en la prisión.
José vino a ellos por la mañana, y los encontró preocupados.
Preguntó, pues, a los eunucos de Faraón, que estaban con él en presidio en casa de su señor: «¿Por qué tenéis hoy mala cara?»
«Hemos soñado un sueño - le dijeron - y no hay quien lo interprete.» José les dijo: «¿No son de Dios los sentidos ocultos? Vamos, contádmelo a mí.»
El jefe de los escanciadores contó su sueño a José y le dijo: «Voy con mi sueño. Resulta que yo tenía delante una cepa, y en la cepa tres sarmientos, que nada más echar yemas, florecían enseguida y maduraban las uvas en sus racimos.
Yo tenía en la mano la copa de Faraón, y tomando aquellas uvas, las exprimía en la copa de Faraón, y ponía la copa en la mano de Faraón.»
José dijo: «Esta es la interpretación: los tres sarmientos, son tres días.
Dentro de tres días levantará Faraón tu cabeza: te devolverá a tu cargo, y pondrás la copa de Faraón en su mano, lo mismo que antes, cuando eras su escanciador.

En Génesis 42, 1-17:

Vio Jacob que se repartía grano en Egipto, y dijo Jacob a sus hijos: «¿Por qué os estáis ahí mirando?
Yo tengo oído que hay reparto de grano en Egipto. Bajad a comprarnos grano allí, para que vivamos y no muramos.»
Bajaron, pues, los diez hermanos de José a proveerse de grano en Egipto; pero a Benjamín, hermano de José, no le envió Jacob con sus hermanos, pues se decía: «No vaya a sucederle alguna desgracia.»
Fueron, pues, los hijos de Israel a comprar con otros que iban, pues había hambre en el país cananeo.
José era el que regía en todo el país, y él mismo en persona era el que distribuía grano a todo el mundo. Llegaron los hermanos de José y se inclinaron rostro en tierra.
Vio José a sus hermanos y los reconoció, pero él no se dio a conocer, y hablándoles con dureza les dijo: «¿De dónde venís?» Dijeron: «De Canaán, para comprar víveres.»
O sea, que José reconoció a sus hermanos, pero ellos no le reconocieron.
José entonces se acordó de aquellos sueños que había soñado respecto a ellos, y les dijo: «Vosotros sois espías, que venís a ver los puntos desguarnecidos del país.»
Dijéronle: «No, señor, sino que tus siervos han venido a proveerse de víveres.
Todos nosotros somos hijos de un mismo padre, y somos gente de bien: tus siervos no son espías.»
Díjoles: «Nada de eso: a lo que venís es a ver los puntos desguarnecidos del país.»
Dijéronle: «Tus siervos somos doce hermanos, hijos de un mismo padre, en el país cananeo; sólo que el menor está actualmente con nuestro padre, y el otro no existe.»
José replicó: «Lo que yo os dije: sois espías.
Con esto seréis probados, ¡por vida de Faraón!, no saldréis de aquí mientras no venga vuestro hermano pequeño acá.
Enviad a cualquiera de vosotros y que traiga a vuestro hermano, mientras los demás quedáis presos. Así serán comprobadas vuestras afirmaciones, a ver si la verdad está con vosotros. Que si no, ¡por vida de Faraón!, espías sois.»
Y los puso bajo custodia durante tres días.
Al tercer día les dijo José: «Haced esto - pues yo también temo a Dios - y viviréis.

En Éxodo 5, 1-5:

Después se presentaron Moisés y Aarón a Faraón y le dijeron: «Así dice Yahveh, el Dios de Israel: Deja salir a mi pueblo para que me celebre una fiesta en el desierto.»
Respondió Faraón: «¿Quién es Yahveh para que yo escuche su voz y deje salir a Israel? No conozco a Yahveh y no dejaré salir a Israel.»
Ellos dijeron: «El Dios de los hebreos se nos ha aparecido; permite, pues, que vayamos camino de tres días al desierto para ofrecer sacrificios a Yahveh, nuestro Dios, no sea que nos castigue con peste o espada.»
El rey de Egipto les replicó: «¿Por qué vosotros, Moisés y Aarón, apartáis al pueblo de sus trabajos? Idos a vuestra tarea.»
Y añadió Faraón: «Ahora que el pueblo de esa región es numeroso ¿queréis interrumpir sus trabajos?»
En Éxodo 10, 20-24:

Pero Yahveh endureció el corazón de Faraón, que no dejó salir a los israelitas.
Yahveh dijo a Moisés: «Extiende tu mano hacia el cielo, y haya sobre la tierra de Egipto tinieblas que puedan palparse.»
Extendió, pues, Moisés su mano hacia el cielo, y hubo por tres días densas tinieblas en todo el país de Egipto.
No se veían unos a otros, y nadie se levantó de su sitio por espacio de tres días, mientras que todos los israelitas tenían luz en sus moradas.
Llamó Faraón a Moisés y dijo: «Id y dad culto a Yahveh; que se queden solamente vuestras ovejas y vuestras vacadas. También vuestros pequeños podrán ir con vosotros.»

En 1 Samuel 30, 7-12:

Dijo David al sacerdote Abiatar, hijo de Ajimélek: «Acércame el efod.» Abiatar acercó el efod a David.
Consultó David a Yahveh diciendo: «¿Debo perseguir a esta banda? ¿Le daré alcance?» Le contestó: «Persíguela, porque de cierto la alcanzarás y librarás a los cautivos.»
Partió David con los seiscientos hombres que tenía y llegaron al torrente Besor.
Continuó David la persecución con cuatrocientos hombres, quedándose doscientos que estaban demasiado fatigados para atravesar el torrente Besor.
Encontraron en el campo a un egipcio y lo llevaron a David. Le dieron pan, que él comió, y agua para beber.
Diéronle también un trozo de pan de higos secos y dos racimos de pasas. Cuando hubo comido, recobró su espíritu, pues había estado tres días y tres noches sin comer pan ni beber agua.

En 1 Crónicas 12, 39-41:
Todos estos hombres de guerra, formados en orden de batalla, vinieron a Hebrón con corazón entero para proclamar a David rey sobre todo Israel; y los demás israelitas estaban unánimes en hacer rey a David.
Permanecieron allí con David tres días comiendo y bebiendo, porque sus hermanos les proveían.
Además, los que estaban cerca y hasta de Isacar, Zabulón y Neftalí traían víveres en asnos, camellos, mulos y bueyes; provisiones de harina, tortas de higos y pasas, vino, aceite, ganado mayor y menor en abundancia; pues reinaba la alegría en Israel.

En Esdras 8, 31-32:

El día doce del primer mes partimos del río Ahavá para ir a Jerusalén: la mano de nuestro Dios estaba con nosotros y nos salvó en el camino de la mano de enemigos y salteadores.
Llegamos a Jerusalén y descansamos allí tres días.

Es muy extensa la lista de las citas del Antiguo Testamento donde aparece la referencia a los tres días[3]. No las podemos dar todas por razones obvias. Sin embargo, es importante señalar que alguna referencia tienen con el detalle del evangelista. Sobre todo, con la referencia a la Pascua judía del libro del Éxodo 12.

La fidelidad a la inspiración en la revelación:


Sin duda que el evangelista tiene una unidad en su idea: la continuación y el cumplimiento de las Escrituras en la persona de Jesús. Esa es su teología, por supuesto desde su Cristología. Menos mal, porque no es tanto, el hecho de la pérdida del Jesús adolescente, sino el pretexto como escritor para insistir en la idea que le motiva. Así, igualmente, María y José, vuelven a quedar ilesos y en nada se maltrata sus figuras. Al contrario.
De hecho, en el relato de Jesús niño en el Templo, tiene una connotación histórica y teológica de fondo, en donde los doce años tienen una referencia a la historia, y los tres días vuelve a la reinterpretación de los acontecimientos divinos en la persona de Jesús.
Se trata de la nueva pascua, preanunciada en los datos numéricos del niño de doce años, en Jerusalén, en el Templo, con los doctores, como de a tú a tú. Y en donde, ciertamente, no entendían lo que estaba sucediendo. He aquí el recurso del autor para dejar dicho, sin decirlo, abiertamente, que se trataba del nuevo reino.
Lamentablemente, estos detalles los ignoramos, y nos detenemos en la superficialidad del relato. De aquí, lo fascinante que resulta analizar todo el fondo de los textos, sin temor a escandalizar o producir asombro. El asombro estaría en que inmediatizamos los análisis y nos perdemos las riquezas de su contenido.
         La lectura subyacente y el texto oculto son los doce años de Jesús y los tres días. Doce años que hace referencia a reinados. ¿Será el nuevo reinado del Hijo de Dios? Pareciera.



[1] La Biblia de Jerusalén, hace la siguiente nota: “Esta cifra pertenece a un sistema cronológico secundario. Según los datos más seguros, Joram de Israel no reinó más de ocho años”
[2] Cifra aumentada en cinco años, según la nota a pie de página de la Biblia de Jerusalén.
[3] Véase Éxodo 15, 22; Números 10, 33; 33, 8; Josué 1,11; 2, 16; 2,22; 3,2; 9,15; Jueces 14, 14; 19,4; Samuel 9, 20.

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