viernes, 30 de diciembre de 2016

La Crucifixión

 

Mateo 27, 20-51 (y sus paralelos):

Pero los sumos sacerdotes y los ancianos lograron persuadir a la gente que pidiese la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.
Y cuando el procurador les dijo: «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?», respondieron: «¡A Barrabás!»
Díceles Pilato: «Y ¿qué voy a hacer con Jesús, el llamado Cristo?» Y todos a una: «¡Sea crucificado!»
«Pero ¿qué mal ha hecho?», preguntó Pilato. Mas ellos seguían gritando con más fuerza: «¡Sea crucificado!»
Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo: «Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis.»
Y todo el pueblo respondió: «¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
Entonces, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarle, se lo entregó para que fuera crucificado.
Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte.
Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura; y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!»; y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza.
Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle.
Al salir, encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar su cruz.
Llegados a un lugar llamado Gólgota, esto es, «Calvario», le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero él, después de probarlo, no quiso beberlo.
Una vez que le crucificaron, se repartieron sus vestidos, echando a suertes.
Y se quedaron sentados allí para custodiarle.
Sobre su cabeza pusieron, por escrito, la causa de su condena: «Este es Jesús, el Rey de los judíos.»
Y al mismo tiempo que a él crucifican a dos salteadores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!»
Igualmente los sumos sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él.
Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: “Soy Hijo de Dios.”
De la misma manera le injuriaban también los salteadores crucificados con él.
Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.
Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», - esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»
Al oírlo algunos de los que estaban allí decían: «A Elías llama éste.»
Y enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber.
Pero los otros dijeron: «Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarle.»
Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu.
En esto, el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la tierra y las rocas se hendieron.

Nota conciliatoria:


Después de los datos de la última Cena, que hemos descubierto para nuestra fortaleza y enriquecimiento, tenemos que dedicarnos, por lógica secuencial al tema de la crucifixión. Hasta este momento el recorrido ha sido, sin duda, muy interesante y esclarecedor, para gloria de Dios y provecho nuestro. Sin la más mínima posibilidad de dudas.
Ahora, veremos muchas cosas, aparentemente nuevas. Nuevas para nosotros que no hemos tenido la oportunidad de dedicarnos de lleno a estos temas. Ahora la tenemos y estamos, hasta cierto punto, como obligados a dedicarles un tiempito. Nos ayude Dios, como hasta ahora lo ha hecho. Y nos conduzca Él por los caminos certeros de la investigación arropados por el manto de la fe para caminar bien y no desviar nunca el camino.
Ciertamente, que puede resultar escandaloso. Pero no lo es. Más bien, tal vez, novedoso, pues nos hemos acostumbrado a quedarnos con poco. Nuestro intento y propósito es querer ir a las propias fuentes para darnos vida y acostumbrarnos a beber directamente de ellas.
Con esta nota, dediquémonos, pues al tema de la crucifixión. Haremos un salto. No nos dedicaremos al proceso de enjuiciamiento sobre Jesús. Pasaremos directamente al hecho de la crucifixión tratando de dedicarnos a todos sus elementos posibles, como la cruz, su resonancia y repercusión inmediatas desde el punto de vista social para los judíos. Y a otros muchos elementos que nos van a ser interesantes.
Esto nos obliga a mirar todo lo referente a la cruz en la experiencia del pueblo judío.
Veamos.

La cruz en las Sagradas Escrituras:

La cruz, su uso y otros detalles en la comunidad judía:


Primeras preguntas para intentar abrir caminos: ¿Los judíos utilizaban la cruz? Si la usaban, ¿para qué la usaban, dónde, cuándo, cómo? ¿La cruz para los judíos tenía alguna importancia? ¿El símbolo de la cruz tenía para los judíos alguna significación, alguna importancia? ¿Era de mal augurio utilizar cualquier referencia a la cruz entre los judíos? En caso de serlo, ¿por qué? O, por el contrario, ¿era frecuente el uso de la cruz, con toda su simbología, para los judíos?
Veamos los textos.
Antes, una petición y solicitud, además de una recomendación: es muy importante leer los entresacados de la Biblia que siempre citamos, pues en ellos encontramos los elementos que estamos buscando. Si por comodidad no se hace nos perdemos de lo que estamos buscando. Así, en el caso concreto, veremos que la cruz tenía un significado importante. Leamos:
Ezequiel 9

1 Entonces gritó a mis oídos con voz fuerte: «¡Se acercan los castigos de la ciudad, cada uno con su azote en la mano!»
2 Y en esto vinieron, de la dirección del pórtico superior que mira al norte, seis hombres, cada cual con su azote en la mano. En medio de ellos había un hombre vestido de lino con una cartera de escriba a la cintura. Entraron y se detuvieron ante al altar de bronce.
3 La gloria del Dios de Israel se levantó de sobre los querubines sobre los cuales estaba, hacia el umbral de la Casa. Llamó entonces al hombre vestido de lino que tenía la cartera de escriba a la cintura;
4 y Yahveh le dijo: «Pasa por la ciudad, por Jerusalén, y marca una cruz en la frente de los hombres que gimen y lloran por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella.»
5 Y a los otros oí que les dijo: «Recorred la ciudad detrás de él y herid. No tengáis una mirada de piedad, no perdonéis;
6 a viejos, jóvenes, doncellas, niños y mujeres matadlos hasta que no quede uno. Pero al que lleve la cruz en la frente, no le toquéis. Empezad a partir de mi santuario.» Empezaron, pues, por los ancianos que estaban delante de la Casa.
7 Luego les dijo: «Manchad la Casa, llenad de víctimas los atrios; salid.» Salieron y fueron hiriendo por la ciudad.
8 Mientras ellos herían, yo quedé solo allí y caí rostro en tierra. Exclamé: «¡Ah, Señor Yahveh!, ¿vas a exterminar a todo el resto de Israel, derramando tu furor contra Jerusalén?»
9 Me dijo: «La culpa de la casa de Israel y de Judá es muy grande, mucho; la tierra está llena de sangre, la ciudad llena de perversidad. Pues dicen: “Yahveh ha abandonado la tierra, Yahveh no ve nada.”
10 Pues bien, tampoco yo tendré una mirada de piedad ni perdonaré. Haré caer su conducta sobre su cabeza».
11 En aquel momento el hombre vestido de lino que llevaba la cartera a la cintura, vino a hacer su relación: «He ejecutado lo que me ordenaste.»

De esta cita se desprende que, en este caso, la cruz pasaba a ser una señal de salvación para los judíos. El llevarla marcada en la frente era como el salvo conducto, o como el santo y seña, para no morir. Este dato es importante. Y, mucho.
Ese dato de Ezequiel nos lleva a relacionarlo obligatoriamente con la sangre que se colocaba en las jambas de las puertas en la celebración de la cena de la Pascua de Éxodo 12 y que era un elemento obligatorio para distinguir qué casa era de judío y qué casa no. La marca en las puertas significaría o su perdición o su salvación. Hay, sin embargo, una limitación en esa relación, ya que no se dice en qué consistía esa señal. Eso nos llevaría a preguntarnos: ¿sería el símbolo de una cruz? No dice. Pero, podría ser. Esto es una conjetura. En todo caso, miremos Éxodo 12 (saltamos del versículo 7 al 13 de la cita que nos interesa):

Éxodo 12:

1 Dijo Yahveh a Moisés y Aarón en el país de Egipto:
2 «Este mes será para vosotros el comienzo de los meses; será el primero de los meses del año.
3 Hablad a toda la comunidad de Israel y decid: El día diez de este mes tomará cada uno para sí una res de ganado menor por familia, una res de ganado menor por casa.
4 Y si la familia fuese demasiado reducida para una res de ganado menor, traerá al vecino más cercano a su casa, según el número de personas y conforme a lo que cada cual pueda comer.
5 El animal será sin defecto, macho, de un año. Lo escogeréis entre los corderos o los cabritos.
6 Lo guardaréis hasta el día catorce de este mes; y toda la asamblea de la comunidad de los israelitas lo inmolará entre dos luces.
7 Luego tomarán la sangre y untarán las dos jambas y el dintel de las casas donde lo coman.
13 La sangre será vuestra señal en las casas donde moráis. Cuando yo vea la sangre pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora cuando yo hiera el país de Egipto.
14 Este será un día memorable para vosotros, y lo celebraréis como fiesta en honor de Yahveh de generación en generación. Decretaréis que sea fiesta para siempre».

¿Habrá alguna relación? Si la hay, ¿entonces la cruz no pasaría a ser para los judíos un símbolo de salvación?
En todo caso, hay en la cruz una referencia a la sangre. Sangre y cruz. O, mejor dicho, señal y sangre. La señal que se debería hacer era con sangre. Queda por saber si esa cruz era la señal. La sangre era la señal de la salvación para no morir cuando pasara Yahveh. ¿Habrá alguna referencia subyacente, es decir en el fondo, de la prescripción? Buena pregunta.
Parece muy forzada la relación.
Sin embargo, no se ha encontrado en la búsqueda, algún otro pasaje que haga referencia a la cruz y su uso de entre el pueblo judío. Eso ya es una gran limitación.
Pero, surgen preguntas: ¿Será que la cruz será el símbolo de la pertenencia distintiva del pueblo judío, en su esencia? ¿Será que Jesús y en Jesús se estaba rescatando ese símbolo distintivo como para señalar que se trataba del paso de Yahveh, precisamente porque era la Pascua de Yahveh, es decir, el paso de Dios? ¿No sería que la señal con la sangre, tal vez con el símbolo de la cruz, era la distinción que representaba la salvación o el morir a la hora del exterminio cuando Yahveh pasara a dar muerte a los egipcios? ¿Sería que Jesús estaba siendo, verdaderamente, fiel al mandato de Dios a Moisés?
En todo caso, resumamos la relación de esta manera:

En la prescripción de la Pascua: señal-sangre-salvación. (Falta la cruz)
En el caso del libro de Ezequiel la relación sería: señal-cruz-sangre-salvación.
Y en el caso de Jesús, tal vez, podría ser: cruz-sangre-salvación. (Falta la señal)

En la relación que se ha hecho con Jesús, se ha colocado, tal vez. Y se dice, tal vez, porque se está relacionando, porque de hecho, no es tal vez, sino que es. Así es en Jesús. Ni la menor duda, por favor.
Y esa relación es interesante ya que en la primera, en la de la Pascua, falta la cruz como elemento de la relación. Queda por investigar si esa señal con la sangre era una cruz. Y, hasta ahora, no se ha encontrado los elementos para responder, si, sí; o, si, no.
En la segunda, en la del libro de Ezequiel, se dan todos los elementos: la cruz, la señal, la sangre y la salvación.
Pero, en la tercera, en la de Jesús, en este caso concreto, falta la señal.
Esto nos lleva a preguntar, en el caso de Jesús: ¿La señal no sería la misma cruz, como tal; luego, ya no haría falta más señal, pues se estaba personificando en Él mismo? ¿No será que en Jesús se juntaban todos los elementos: cruz, señal, sangre, salvación? Mas aún, ¿No será Jesús todo eso junto y sin separación? Más todavía, ¿No será el mismo Jesús la Pascua, el paso de Yahveh, al mismo tiempo?
Veamos, ahora, la referencia a la cruz en los mismos evangelios, por parte de Jesús. Y, allí, sí, que abunda la referencia a la cruz.

La referencia a la cruz, en los evangelios:


Si en el Antiguo Testamento sólo hay una referencia explícita a la cruz, en Ezequiel solamente, en los Evangelios la referencia a la cruz es la constante de los mismos. Toda la vida de Jesús es una constante alusión a la cruz: tomar la cruz, cargar la cruz, morir en la cruz, muere en la cruz, al pie de la cruz...
Las mismas veces que aparece lo de la cruz en los evangelios nos lleva a separar y clasificar para poder sacar elementos útiles. Así, subdividiremos en dos subtítulos y apartados sus apariciones.

Mateo 10, 38-39: “El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.”
Mateo16, 24-25: “Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará.”

La cruz, como un hecho concreto:


La otra subdivisión tiene que ser el hecho de la cruz. La primera fue la alusión a la cruz. Esta segunda es el hecho de la cruz, como tal. Es decir, en la cruz. Jesús carga con la cruz, Jesús muere en la cruz, María al pie de la cruz...
Porque Jesús hacía referencia a la cruz, pero cargó la cruz, murió en ella. De todas maneras veamos los datos.
Juan 19, 16-19:
“Entonces se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, y allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.
Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos.”

La cruz como referencia de Jesús:


Jesús hace alusión a la cruz, como estilo de vida. Toda su invitación y su predicación giran en torno a esa constante. Los evangelios así lo constatan (Mateo y sus paralelos).
En este primer dato no hay mucho que resaltar, solo que Jesús cargó con su cruz y en el Gólgota lo crucificaron con otros dos, y, la inscripción colocada sobre la cruz: “Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos”. No hay nada de especial. No hay ningún detalle de cómo fue la crucifixión: si lo amarraron, si le dieron un golpe para que se desmayara, o sí qué. Nada se refiere. Sólo que lo crucificaron. Todo, desde ese dato no pertenece más que a la imaginación.
Sin embargo hay unos detalles importantes de señalar y resaltar de antes de la crucifixión: le quitan sus vestidos, le pegan, se burlan, hacen una corona de espinas y se la ponen en la cabeza; le colocan una caña en la mano derecha y con la misma caña le golpean la cabeza; le vuelven a colocar sus ropas. Todo eso lo hacen los soldados del procurador. Luego, no fueron los judíos, sino los romanos. Ese detalle puede ser interesante.
Dice el texto:
Mateo 27, 26-31:

Entonces, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarle, se lo entregó para que fuera crucificado.
Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte.
Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura; y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!»; y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza.
Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle.
        
¿Por qué, el evangelista hace esa diferencia, de que fueron los soldados del procurador? ¿Por qué lo de la caña en su mano derecha, sería para burlarse de su reinado, igual que la corona de espinas?
Este detalle es interesante y bastante revelador. No se trata, sin embargo, del descubrimiento de América ni del agua tibia, pero, en todo caso, es interesante porque nos lleva a preguntar sobre quiénes fueron los que crucificaron. ¿Los judíos o los romanos? Los judíos, no. Entonces, los romanos. Aunque los judíos fueron los que presentaron las acusaciones. La sentencia y todo su proceso le correspondía a los romanos. Así lo detallan los mismos evangelios. Además, la crucifixión era una práctica de la justicia romana.
Los soldados romanos lo conducen al sitio de la crucifixión. Y los soldados romanos son los que ejecutan y cumplen la sentencia.

Mateo 27, 32-38:

Al salir, encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar su cruz.
Llegados a un lugar llamado Gólgota, esto es, «Calvario», le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero él, después de probarlo, no quiso beberlo.
Una vez que le crucificaron, se repartieron sus vestidos, echando a suertes.
Y se quedaron sentados allí para custodiarle.
Sobre su cabeza pusieron, por escrito, la causa de su condena: «Este es Jesús, el Rey de los judíos.»
Y al mismo tiempo que a él crucifican a dos salteadores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

Parece lógico ese detalle ya que lo que les preocupaba a los romanos era la posibilidad de un reinado paralelo y un gobierno distintos a la autoridad romana. Hay en ese detalle un reafirmar del poderío romano. Lo de la burla, lo de la corona, lo de la caña, y lo de los saludos como a un rey, eran para ridiculizarlo en la posibilidad de que esa hubiese sido la pretensión de Jesús. Y, con ello, estaban dándole a los judíos una lección en caso de que otro estuviese aspirando formar un gobierno judío, distinto al de los romanos. Era, entonces, una lección de poderío, y, por consiguiente, una forma de reafirmar que los que mandaban eran los romanos, no otros. Es decir, que ese detalle tiene claramente implicaciones políticas. Los que mandan son los romanos. Los judíos tenían que estar sometidos. Y punto.
Reafirmaba esa lección a los judíos lo que habían escrito y habían colocado sobre la cruz de Jesús: “Este es Jesús, el Rey de los judíos”. Esa era la causa de su condena. Como diciendo: esta es la suerte que le toca a quien pretenda hacer un gobierno distinto al de los romanos.
Luego, está de más decir que la crucifixión en su inmediatez no era otra cosa que de connotación netamente política. Por lo menos su proceso y su ejecución. Y de política internacional, ni más, ni menos.
Recordemos que en el proceso, como tal, no nos íbamos a meter. Nuestra meta es el hecho de la crucifixión. Y ya hay elementos muy útiles.

La cruz como un hecho concreto para los judíos:


Hemos adelantado bastante. Ya tenemos descubierto que tenía claras connotaciones políticas.
Ahora bien, ¿qué significaría para los judíos el hecho de la cruz? Y en el caso concreto de Jesús de Nazaret, ¿qué podría significar? Podría significar dos cosas, tal vez.
La primera, es, que se les terminaba la pretensión de un gobierno propio y su propia liberación política. Esto era realmente negativo para los propios judíos. Había que esperar otro tipo Judas Macabeo. Se les escapaba la gran oportunidad. La diferencia estaba, sin embargo, en que Jesús en esos tres años de su referencia constante a su mesianismo no había hecho jamás ningún uso de las armas, ni ninguna invitación a ello, como lo hubiese hecho un Judas Macabeo. Tal vez, aquí, estaría la diferencia. Tal vez, Jesús, no pasaría de ser para los judíos más que un hablador, porque no había hechos concretos de levantamientos, ni mucho menos. Por eso su acusación y su interés de eliminarlo. Por eso lo llevaban a las autoridades romanas para que lo ejecutaran. ¿Si no, cómo se explica que les interesaba su eliminación? En caso contrario, había que apoyarlo, ya que era el que estaban esperando y lo que estaban esperando.
La segunda, es, que tendría otras connotaciones, además de las políticas.
¿Cuáles, de qué tipo?
Aparecen de inmediato en los mismos relatos de la crucifixión.

Mateo 27, 39-51:
Los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo:
«Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!»
Igualmente los sumos sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él.
Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: “Soy Hijo de Dios.”
De la misma manera le injuriaban también los salteadores crucificados con él.
Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona.
Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: - «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», - esto es: - «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» -
Al oírlo algunos de los que estaban allí decían: «A Elías llama éste.»
Y enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber.
Pero los otros dijeron: «Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarle.»
Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu.
En esto, el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la tierra y las rocas se hendieron.

Ya en ese relato están los elementos:

1)¿No había dicho que destruía el Santuario y en tres día lo iba a levantar?;
1)    ¿No se había declarado Rey de los judíos?;
3) ¿No había dicho que era Hijo de Dios?

Y se burlaban todos los judíos: los que pasaban y lo veían en la cruz, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. Si era todo eso, pues, que baje de la cruz y creeremos.
¿Dónde está todo lo que se decía de sí mismo? Esta característica del hecho de la cruz, en concreto, tiene, entonces la connotación que estábamos buscando: religioso. Más aún, tocaba las fibras de toda la creencia del pueblo de Israel. Se estaba metiendo con el Santuario y estaba desafiando que lo tumbaran. Además, ¿quién lo nombró Rey, los sacerdotes, los ancianos? Al contrario, son ellos los que deciden eliminarlo.
De manera que si nadie lo nombró Rey, sino él mismo, y si nadie lo proclama como tal, sino él, no hay otra, que desautorizarlo y delatarlo ante las autoridades romanas y así se lo quitaban de en medio.
Así, la crucifixión de Jesús tiene dos elementos: el político y el religioso. A los romanos les tenía sin cuidado lo segundo. Eso era asunto judío. Ya lo dice Pilato, la autoridad romana, cuando le dice a Jesús que quienes lo están condenando son los judíos y que él, la autoridad romana, no es judía. Juan 18, 35: “Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?”
Pero falta algo todavía: ¿Qué significaba la cruz para el propio Jesús?

La cruz, para el propio Jesús:

        
Tratemos de precisar para tener todo claro. O por lo menos, presente.
Jesús hace constante referencia a la cruz como una condición para seguirlo.
Jesús hace referencia a su cruz e insiste en que tiene que morir en ella. También lo vimos.
Ahora, ¿qué significa la cruz para Jesús y que tiene que ver su cruz con toda la tradición del pueblo de Israel? Sobre todo, ¿qué tiene que ver su cruz con la Pascua de Yahveh? ¿No es esa, pues, la clave de toda la tradición judía?
Si tenemos en cuenta la relación y el cuadrito que hacíamos de las tres relaciones, la de la Ley, la del libro de Ezequiel, y la de Jesús, entonces, tiene que ver mucho. Ya que Jesús es la personificación de la Ley y en Él se dan todos los elementos que resaltábamos entonces. En Él se da la sangre, la señal, la cruz. Se dan todos los elementos juntos. Y en Él se da la Pascua de Yahveh, es decir, la salvación que era lo que iba a dar la sangre como señal de ser el pueblo escogido por Dios. Ahora, con carácter de universalidad.
Tratemos de precisar más. La sangre del cordero que se inmolaría en la prescripción de la Ley era la suya propia. Con esa sangre se iba a marcar como señal para no perecer. La señal, tal vez, sea la cruz a la que se hace referencia en el libro de Ezequiel. Porque, tal vez, la cruz era la señal con la que se marcaría en la prescripción de la Ley. No quedó demostrado, sin embargo, esto último.
¿Y, la Pascua? Es decir, ¿el paso de Yahveh? Ya estaba caduca con Jesús. Porque con Él se inauguraba la nueva Pascua definitiva, la de la salvación, también definitiva, en donde ya no haría falta ni cordero, ni cabrito. Se trataba, entonces, de una liberación del cumplimiento de una prescripción.
Parece como forzado esto último que estoy diciendo. En todo caso, habría que mirar las cartas apostólicas en donde se hacen las aclaratorias y explicaciones. Pero no es esa nuestra tarea.
Así, que, démonos por servidos hasta ahora y por ahora.
Y terminemos esta parte con las mismas palabras de Jesús en la cruz que nos refieren los evangelistas. Allí vamos a encontrar el otro elemento prescrito en la Ley que nos estaba faltando: acompañar la comida del cordero con verduras amargas. Faltaba para que fuera la verdadera comida de la Pascua de Yahveh. Dice:
Juan 19, 28-30:

Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed.»
Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca.
Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza entregó el espíritu.

Pregunta: ¿No se estaban dando todos los elementos de la Cena de la Pascua de Yahveh en la escena de la crucifixión de Jesús?
Pero falta un detalle. El detalle es que había que consumir toda la comida. No se podía dejar nada para el día siguiente. En caso contrario había que quemarla al amanecer. Y ese detalle, también, se cumple en el caso de la crucifixión de Jesús. Veamos lo que nos dice el evangelista San Juan, al respecto:

Juan 19, 38-42:

Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo.
Fue también Nicodemo - aquel que anteriormente había ido a verle de noche - con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar.
En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado.
Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

José de Arimatea estaba cumpliendo con el precepto de la Ley del libro del Éxodo 12. ¿No le parece, realmente, sorprendente? ¡Maravilloso, se podría decir, más bien! Aunque José de Arimatea estaba cumpliendo lo que se prescribía en el libro de Deuteronomio 21,22-23:

Si un hombre, reo de delito capital, ha sido ejecutado y le has colgado de un árbol, no dejarás que su cadáver pase la noche en el árbol; lo enterrarás el mismo día, porque un colgado es una maldición de Dios. Así no harás impuro el suelo que Yahveh tu Dios te da en herencia.

Terminemos dando otra vez las características que resaltábamos cuando hablábamos de la Cena de la Pascua, para recordarlas, simplemente, porque sobre eso gira todo lo hemos descubierto hasta ahora.
        
·        Se comía panes ázimos: sin levadura.
·        No se podía salir ni abrir la puerta donde se hallasen hasta el día siguiente.
·        Era un recordatorio del paso de Yahveh por las casas de los israelitas sin perjudicar a ninguno de sus habitantes, y, en cambio, sí a los egipcios para liberar al pueblo de Israel del Faraón. Era la celebración de la Pascua de Yahveh.
·        Era el comienzo del calendario judío. Era el primer mes del año.
·        Comían un cabrito o un cordero, macho, de un año. Se comía asado. Asado al fuego. No se podía comer ni crudo ni cocido. Sólo asado.
·        Se comía todo: hasta la cabeza, las patas y sus entrañas.
·        No se podía dejar nada para el día siguiente y en caso de que sobrara había que quemarlo al amanecer del día siguiente.
·        Se acompañaba con hierbas amargas.
·        Compartían con los vecinos y los más cercanos, a quienes invitaban a la cena.
·        Ceñidas las cinturas, con zapatos y con un bastón en la mano, como preparados para un viaje.
·        Se comía de prisa.
·        No se podía trabajar sino para hacer la comida.
·        Se rociaban las puertas.

Algunos elementos extras no tratados en este capítulo:


Ciertamente que no todo queda agotado. Quedan muchos temas no abordados respecto a la escena de la crucifixión. Pero es importante, por lo menos, referirlos. Estos temas son:

·        Los que estaban al pie de la cruz.
·        Las palabras de Jesús en la cruz.
·        El grito de Jesús en la cruz.
·        Los dos que crucificaron con Jesús.
·        Y, otros...

Pero, no hay ninguna historia de crucificados en el Antiguo Testamento, aunque sí de “colgados en un madero”. Pero colgados no es lo mismo que crucificados. Colgados puede ser ahorcados. Citemos los casos que aparecen en el libro de Ester, y los casos de algunos enemigos colgados de un madero. Por cierto que, según se desprende del libro de Ester, a ésta le encantaba mandar a ahorcar, aún a sus propios compatriotas para estar bien con el Rey (Ester 9, 13).

Ester 2, 23:

“Se investigó el caso y resultó verdadero; por lo que fueron colgados los dos del madero y se consignó por escritos, en los Anales, en presencia del rey.”

Josué 10, 19-30:

Y vosotros no os quedéis quietos: perseguid a vuestros enemigos, cortadles la retirada, no les dejéis entrar en sus ciudades, porque Yahveh vuestro Dios los ha puesto en vuestras manos.»
Cuando Josué y los israelitas acabaron de causarles una grandísima derrota, hasta acabar con ellos, los supervivientes se les escaparon y se metieron en las plazas fuertes.
Todo el pueblo volvió sano y salvo al campamento, junto a Josué, a Maquedá, y no hubo nadie que ladrara contra los israelitas.
Dijo entonces Josué: «Abrid la boca de la cueva y sacadme de ella a esos cinco reyes.»
Así lo hicieron: le sacaron de la cueva a los cinco reyes: el rey de Jerusalén, el rey de Hebrón, el rey de Yarmut, el rey de Lakís y el rey de Eglón.
En cuanto sacaron a los reyes, Josué llamó a todos los hombres de Israel y dijo a los capitanes de tropa que le habían acompañado: «Acercaos y poned vuestros pies sobre la nuca de esos reyes.» Ellos se acercaron y pusieron los pies sobre las nucas.
«No tengáis miedo - les dijo Josué - ni os desaniméis; sed valientes y decididos, porque así hará Yahveh con todos los enemigos con quienes tenéis que combatir.»
Acto seguido, Josué los hirió, les dio muerte y los hizo colgar de cinco árboles, de los que quedaron colgados hasta la tarde.
A la hora de la puesta del sol, a una orden de Josué, los descolgaron de los árboles y los arrojaron a la cueva en que se habían escondido, y echaron unas piedras grandes a la boca de la cueva: allí están todavía hoy.
El mismo día Josué tomó Maquedá y la pasó a filo de espada, a ella y a su rey: los consagró al anatema con todos los seres vivientes que había en ella. No dejó escapar a nadie, e hizo con el rey de Maquedá como había hecho con el rey de Jericó.
Josué, con todo Israel, pasó de Maquedá a Libná y la atacó.
Y Yahveh la entregó también, con su rey, en manos de Israel, que la pasó a filo de espada con todos los seres vivientes que había en ella: no dejó en ella ni uno solo con vida. Hizo con su rey como había hecho con el rey de Jericó.

También fueron colgados los cuerpos de Saúl y de su hijo Jonatán por parte de sus enemigos. Pero fueron colgados después que les habían dado muerte. 2 Samuel 21, 8-14:

Tomó el rey a los dos hijos que Rispá, hija de Ayyá, había dado a Saúl, Armoní y Meribbaal, y a los cinco hijos que Merab, hija de Saúl, había dado a Adriel, hijo de Barzillay de Mejolá y los puso en manos de los gabaonitas que los despeñaron en el monte ante Yahveh. Cayeron los siete a la vez; fueron muertos en los primeros días de la cosecha, al comienzo de la siega de la cebada.
Rispá, hija de Ayyá, tomó un sayal y se lo tendía sobre la roca desde el comienzo de la siega hasta que cayeron sobre ellos las lluvias del cielo; no dejaba que se pararan junto a ellos las aves del cielo por el día ni las bestias del campo por la noche.
Avisaron a David lo que había hecho Rispá, hija de Ayyá, concubina de Saúl.
Entonces David fue a recoger los huesos de Saúl y los huesos de su hijo Jonatán, de entre los vecinos de Yabés de Galaad que los habían hurtado de la explanada de Betsán, donde los filisteos los habían colgado el día que mataron a Saúl en Gelboé; subió desde allí los huesos de Saúl y los huesos de su hijo Jonatán y los reunió con los huesos de los despeñados.
Sepultaron los huesos de Saúl, los de su hijo Jonatán y los de los despeñados, en tierra de Benjamín, en Selá, en el sepulcro de Quis, padre de Saúl, y ejecutaron cuanto había ordenado el rey, después de lo cual Dios quedó aplacado con la tierra.

Es importante anotar que existía una prescripción, al respecto de los colgados:
Deuteronomio 21,22-23:

Si un hombre, reo de delito capital, ha sido ejecutado y le has colgado de un árbol, no dejarás que su cadáver pase la noche en el árbol; lo enterrarás el mismo día, porque un colgado es una maldición de Dios. Así no harás impuro el suelo que Yahveh tu Dios te da en herencia.


En todo caso, pues, no encontramos ninguna historia de crucificados en el Antiguo Testamento. No se niega que pueda que los haya. Sería muy bueno, sí se encuentra alguno, dedicarle un tiempecito para buscar elementos de comparación y enriquecernos. 

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