La Crucifixión
Mateo 27, 20-51 (y sus paralelos):
Pero los sumos sacerdotes y los ancianos
lograron persuadir a la gente que pidiese la libertad de Barrabás y la muerte
de Jesús.
Y cuando el procurador les dijo: «¿A cuál
de los dos queréis que os suelte?», respondieron: «¡A Barrabás!»
Díceles Pilato: «Y ¿qué voy a hacer con
Jesús, el llamado Cristo?» Y todos a una: «¡Sea crucificado!»
«Pero ¿qué mal ha hecho?», preguntó
Pilato. Mas ellos seguían gritando con más fuerza: «¡Sea crucificado!»
Entonces Pilato, viendo que nada
adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las
manos delante de la gente diciendo: «Inocente soy de la sangre de este justo.
Vosotros veréis.»
Y todo el pueblo respondió: «¡Su sangre
sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
Entonces, les soltó a Barrabás; y a
Jesús, después de azotarle, se lo entregó para que fuera crucificado.
Entonces los soldados del procurador
llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la
cohorte.
Le desnudaron y le echaron encima un
manto de púrpura; y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su
cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le
hacían burla diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!»; y después de escupirle,
cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza.
Cuando se hubieron burlado de él, le
quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle.
Al salir, encontraron a un hombre de Cirene
llamado Simón, y le obligaron a llevar su cruz.
Llegados a un lugar llamado Gólgota, esto
es, «Calvario», le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero él, después de
probarlo, no quiso beberlo.
Una vez que le crucificaron, se
repartieron sus vestidos, echando a suertes.
Y se quedaron sentados allí para
custodiarle.
Sobre su cabeza pusieron, por escrito, la
causa de su condena: «Este es Jesús, el Rey de los judíos.»
Y al mismo tiempo que a él crucifican a
dos salteadores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Los que pasaban por allí le insultaban,
meneando la cabeza y diciendo: «Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo
levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!»
Igualmente los sumos sacerdotes junto con
los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo: «A otros salvó y a sí
mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y
creeremos en él.
Ha puesto su confianza en Dios; que le
salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: “Soy Hijo de Dios.”
De la misma manera le injuriaban también
los salteadores crucificados con él.
Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre
toda la tierra hasta la hora nona.
Y alrededor de la hora nona clamó Jesús
con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», - esto es: «¡Dios mío, Dios mío!
¿por qué me has abandonado?»
Al oírlo algunos de los que estaban allí
decían: «A Elías llama éste.»
Y enseguida uno de ellos fue corriendo a
tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía
de beber.
Pero los otros dijeron: «Deja, vamos a
ver si viene Elías a salvarle.»
Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte
grito, exhaló el espíritu.
En esto, el velo del Santuario se rasgó
en dos, de arriba abajo; tembló la tierra y las rocas se hendieron.
Nota conciliatoria:
Después de los datos de la última Cena, que hemos
descubierto para nuestra fortaleza y enriquecimiento, tenemos que dedicarnos,
por lógica secuencial al tema de la crucifixión. Hasta este momento el
recorrido ha sido, sin duda, muy interesante y esclarecedor, para gloria de
Dios y provecho nuestro. Sin la más mínima posibilidad de dudas.
Ahora, veremos muchas cosas, aparentemente nuevas.
Nuevas para nosotros que no hemos tenido la oportunidad de dedicarnos de lleno
a estos temas. Ahora la tenemos y estamos, hasta cierto punto, como obligados a
dedicarles un tiempito. Nos ayude Dios, como hasta ahora lo ha hecho. Y nos
conduzca Él por los caminos certeros de la investigación arropados por el manto
de la fe para caminar bien y no desviar nunca el camino.
Ciertamente, que puede resultar escandaloso. Pero no
lo es. Más bien, tal vez, novedoso, pues nos hemos acostumbrado a quedarnos con
poco. Nuestro intento y propósito es querer ir a las propias fuentes para
darnos vida y acostumbrarnos a beber directamente de ellas.
Con esta nota, dediquémonos, pues al tema de la
crucifixión. Haremos un salto. No nos dedicaremos al proceso de enjuiciamiento
sobre Jesús. Pasaremos directamente al hecho de la crucifixión tratando de
dedicarnos a todos sus elementos posibles, como la cruz, su resonancia y
repercusión inmediatas desde el punto de vista social para los judíos. Y a
otros muchos elementos que nos van a ser interesantes.
Esto nos obliga a mirar todo lo referente a la cruz
en la experiencia del pueblo judío.
Veamos.
La cruz en las Sagradas Escrituras:
La cruz, su uso y otros detalles en la comunidad judía:
Primeras preguntas para intentar abrir caminos: ¿Los
judíos utilizaban la cruz? Si la usaban, ¿para qué la usaban, dónde, cuándo,
cómo? ¿La cruz para los judíos tenía alguna importancia? ¿El símbolo de la cruz
tenía para los judíos alguna significación, alguna importancia? ¿Era de mal
augurio utilizar cualquier referencia a la cruz entre los judíos? En caso de
serlo, ¿por qué? O, por el contrario, ¿era frecuente el uso de la cruz, con
toda su simbología, para los judíos?
Veamos los textos.
Antes, una petición y solicitud, además de una
recomendación: es muy importante leer los entresacados de la Biblia que siempre citamos,
pues en ellos encontramos los elementos que estamos buscando. Si por comodidad
no se hace nos perdemos de lo que estamos buscando. Así, en el caso concreto,
veremos que la cruz tenía un significado importante. Leamos:
Ezequiel 9
1 Entonces gritó a mis oídos con voz
fuerte: «¡Se acercan los castigos de la ciudad, cada uno con su azote en la
mano!»
2 Y en esto vinieron, de la dirección del
pórtico superior que mira al norte, seis hombres, cada cual con su azote en la
mano. En medio de ellos había un hombre vestido de lino con una cartera de
escriba a la cintura. Entraron y se detuvieron ante al altar de bronce.
3 La gloria del Dios de Israel se levantó
de sobre los querubines sobre los cuales estaba, hacia el umbral de la Casa. Llamó entonces
al hombre vestido de lino que tenía la cartera de escriba a la cintura;
4 y Yahveh le dijo: «Pasa por la ciudad,
por Jerusalén, y marca una cruz en la frente de los hombres que gimen y lloran
por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella.»
5 Y a los otros oí que les dijo:
«Recorred la ciudad detrás de él y herid. No tengáis una mirada de piedad, no
perdonéis;
7 Luego les dijo: «Manchad la Casa , llenad de víctimas los
atrios; salid.» Salieron y fueron hiriendo por la ciudad.
8 Mientras ellos herían, yo quedé solo
allí y caí rostro en tierra. Exclamé: «¡Ah, Señor Yahveh!, ¿vas a exterminar a
todo el resto de Israel, derramando tu furor contra Jerusalén?»
9 Me dijo: «La culpa de la casa de Israel
y de Judá es muy grande, mucho; la tierra está llena de sangre, la ciudad llena
de perversidad. Pues dicen: “Yahveh ha abandonado la tierra, Yahveh no ve
nada.”
10 Pues bien, tampoco yo tendré una
mirada de piedad ni perdonaré. Haré caer su conducta sobre su cabeza».
11 En aquel momento el hombre vestido de
lino que llevaba la cartera a la cintura, vino a hacer su relación: «He
ejecutado lo que me ordenaste.»
De esta cita se desprende que, en este caso, la cruz
pasaba a ser una señal de salvación para los judíos. El llevarla marcada en la
frente era como el salvo conducto, o como el santo y seña, para no morir. Este
dato es importante. Y, mucho.
Ese dato de Ezequiel nos lleva a relacionarlo
obligatoriamente con la sangre que se colocaba en las jambas de las puertas en
la celebración de la cena de la
Pascua de Éxodo 12 y que era un elemento obligatorio para
distinguir qué casa era de judío y qué casa no. La marca en las puertas
significaría o su perdición o su salvación. Hay, sin embargo, una limitación en
esa relación, ya que no se dice en qué consistía esa señal. Eso nos llevaría a
preguntarnos: ¿sería el símbolo de una cruz? No dice. Pero, podría ser. Esto es
una conjetura. En todo caso, miremos Éxodo 12 (saltamos del versículo 7 al 13
de la cita que nos interesa):
Éxodo 12:
1 Dijo Yahveh a Moisés y Aarón en el país
de Egipto:
2 «Este mes será para vosotros el
comienzo de los meses; será el primero de los meses del año.
3 Hablad a toda la comunidad de Israel y
decid: El día diez de este mes tomará cada uno para sí una res de ganado menor
por familia, una res de ganado menor por casa.
4 Y si la familia fuese demasiado reducida
para una res de ganado menor, traerá al vecino más cercano a su casa, según el
número de personas y conforme a lo que cada cual pueda comer.
5 El animal será sin defecto, macho, de
un año. Lo escogeréis entre los corderos o los cabritos.
6 Lo guardaréis hasta el día catorce de
este mes; y toda la asamblea de la comunidad de los israelitas lo inmolará
entre dos luces.
7 Luego tomarán la sangre y untarán las
dos jambas y el dintel de las casas donde lo coman.
13 La sangre será vuestra señal en las
casas donde moráis. Cuando yo vea la sangre pasaré de largo ante vosotros, y no
habrá entre vosotros plaga exterminadora cuando yo hiera el país de Egipto.
14 Este será un día memorable para
vosotros, y lo celebraréis como fiesta en honor de Yahveh de generación en
generación. Decretaréis que sea fiesta para siempre».
¿Habrá alguna relación? Si la hay, ¿entonces la cruz
no pasaría a ser para los judíos un símbolo de salvación?
En todo caso, hay en la cruz una referencia a la
sangre. Sangre y cruz. O, mejor dicho, señal y sangre. La señal que se debería
hacer era con sangre. Queda por saber si esa cruz era la señal. La sangre era
la señal de la salvación para no morir cuando pasara Yahveh. ¿Habrá alguna
referencia subyacente, es decir en el fondo, de la prescripción? Buena
pregunta.
Parece muy forzada la relación.
Sin embargo, no se ha encontrado en la búsqueda,
algún otro pasaje que haga referencia a la cruz y su uso de entre el pueblo
judío. Eso ya es una gran limitación.
Pero, surgen preguntas: ¿Será que la cruz será el
símbolo de la pertenencia distintiva del pueblo judío, en su esencia? ¿Será que
Jesús y en Jesús se estaba rescatando ese símbolo distintivo como para señalar
que se trataba del paso de Yahveh, precisamente porque era la Pascua de Yahveh, es decir,
el paso de Dios? ¿No sería que la señal con la sangre, tal vez con el símbolo
de la cruz, era la distinción que representaba la salvación o el morir a la
hora del exterminio cuando Yahveh pasara a dar muerte a los egipcios? ¿Sería
que Jesús estaba siendo, verdaderamente, fiel al mandato de Dios a Moisés?
En todo caso, resumamos la relación de esta
manera:
En la prescripción de
|
En el caso del libro de Ezequiel la relación sería: señal-cruz-sangre-salvación.
|
Y en el caso de Jesús, tal vez, podría ser: cruz-sangre-salvación.
(Falta la señal)
|
En la relación que se ha hecho con Jesús, se ha
colocado, tal vez. Y se dice, tal vez, porque se está relacionando, porque de
hecho, no es tal vez, sino que es. Así es en Jesús. Ni la menor duda, por
favor.
Y esa relación es interesante ya que en la primera,
en la de la Pascua ,
falta la cruz como elemento de la relación. Queda por investigar si esa señal
con la sangre era una cruz. Y, hasta ahora, no se ha encontrado los elementos
para responder, si, sí; o, si, no.
En la segunda, en la del libro de Ezequiel, se dan
todos los elementos: la cruz, la señal, la sangre y la salvación.
Pero, en la tercera, en la de Jesús, en este
caso concreto, falta la señal.
Esto nos lleva a preguntar, en el caso de Jesús: ¿La
señal no sería la misma cruz, como tal; luego, ya no haría falta más señal,
pues se estaba personificando en Él mismo? ¿No será que en Jesús se juntaban
todos los elementos: cruz, señal, sangre, salvación? Mas aún, ¿No será Jesús
todo eso junto y sin separación? Más todavía, ¿No será el mismo Jesús la Pascua , el paso de Yahveh,
al mismo tiempo?
Veamos, ahora, la referencia a la cruz en los mismos
evangelios, por parte de Jesús. Y, allí, sí, que abunda la referencia a la
cruz.
La referencia a la cruz, en los evangelios:
Si en el Antiguo Testamento sólo hay una referencia
explícita a la cruz, en Ezequiel solamente, en los Evangelios la referencia a
la cruz es la constante de los mismos. Toda la vida de Jesús es una constante
alusión a la cruz: tomar la cruz, cargar la cruz, morir en la cruz, muere en la
cruz, al pie de la cruz...
Las mismas veces que aparece lo de la cruz en los
evangelios nos lleva a separar y clasificar para poder sacar elementos útiles.
Así, subdividiremos en dos subtítulos y apartados sus apariciones.
Mateo 10, 38-39: “El que no toma su cruz
y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el
que pierda su vida por mí, la encontrará.”
Mateo16, 24-25: “Entonces dijo Jesús a
sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome
su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien
pierda su vida por mí, la encontrará.”
La cruz, como un hecho concreto:
La otra subdivisión tiene que ser el hecho de la
cruz. La primera fue la alusión a la cruz. Esta segunda es el hecho de la cruz,
como tal. Es decir, en la cruz. Jesús carga con la cruz, Jesús muere en la
cruz, María al pie de la cruz...
Porque Jesús hacía referencia a la cruz, pero
cargó la cruz, murió en ella. De todas maneras veamos los datos.
Juan 19, 16-19:
“Entonces se lo entregó para que fuera
crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y él cargando con su cruz, salió hacia el
lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, y allí le crucificaron
y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.
Pilato redactó también una inscripción y
la puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el Nazareno, el Rey de los
judíos.”
La cruz como referencia de Jesús:
Jesús hace alusión a la cruz, como estilo de
vida. Toda su invitación y su predicación giran en torno a esa constante. Los
evangelios así lo constatan (Mateo y sus paralelos).
En este primer dato no hay mucho que resaltar, solo
que Jesús cargó con su cruz y en el Gólgota lo crucificaron con otros dos, y,
la inscripción colocada sobre la cruz: “Jesús
el Nazareno, el Rey de los judíos”. No hay nada de especial. No hay
ningún detalle de cómo fue la crucifixión: si lo amarraron, si le dieron un
golpe para que se desmayara, o sí qué. Nada se refiere. Sólo que lo
crucificaron. Todo, desde ese dato no pertenece más que a la imaginación.
Sin embargo hay unos detalles importantes de señalar
y resaltar de antes de la crucifixión: le quitan sus vestidos, le pegan, se
burlan, hacen una corona de espinas y se la ponen en la cabeza; le colocan una
caña en la mano derecha y con la misma caña le golpean la cabeza; le vuelven a
colocar sus ropas. Todo eso lo hacen los soldados del procurador. Luego, no
fueron los judíos, sino los romanos. Ese detalle puede ser interesante.
Dice el texto:
Mateo 27, 26-31:
Entonces, les soltó a Barrabás; y a
Jesús, después de azotarle, se lo entregó para que fuera crucificado.
Entonces los soldados del procurador
llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la
cohorte.
Le desnudaron y le echaron encima un
manto de púrpura; y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su
cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le
hacían burla diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!»; y después de escupirle,
cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza.
Cuando se hubieron burlado de él, le
quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle.
¿Por qué, el evangelista hace esa diferencia, de que
fueron los soldados del procurador? ¿Por qué lo de la caña en su mano derecha,
sería para burlarse de su reinado, igual que la corona de espinas?
Este detalle es interesante y bastante revelador. No
se trata, sin embargo, del descubrimiento de América ni del agua tibia, pero,
en todo caso, es interesante porque nos lleva a preguntar sobre quiénes fueron
los que crucificaron. ¿Los judíos o los romanos? Los judíos, no. Entonces, los
romanos. Aunque los judíos fueron los que presentaron las acusaciones. La
sentencia y todo su proceso le correspondía a los romanos. Así lo detallan los
mismos evangelios. Además, la crucifixión era una práctica de la justicia
romana.
Los soldados romanos lo conducen al sitio de la
crucifixión. Y los soldados romanos son los que ejecutan y cumplen la
sentencia.
Mateo 27, 32-38:
Al salir, encontraron a un hombre de
Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar su cruz.
Llegados a un lugar llamado Gólgota, esto
es, «Calvario», le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero él, después de
probarlo, no quiso beberlo.
Una vez que le crucificaron, se
repartieron sus vestidos, echando a suertes.
Y se quedaron sentados allí para
custodiarle.
Sobre su cabeza pusieron, por escrito, la
causa de su condena: «Este es Jesús, el Rey de los judíos.»
Y al mismo tiempo que a él crucifican a
dos salteadores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Parece lógico ese detalle ya que lo que les
preocupaba a los romanos era la posibilidad de un reinado paralelo y un
gobierno distintos a la autoridad romana. Hay en ese detalle un reafirmar del
poderío romano. Lo de la burla, lo de la corona, lo de la caña, y lo de los
saludos como a un rey, eran para ridiculizarlo en la posibilidad de que esa
hubiese sido la pretensión de Jesús. Y, con ello, estaban dándole a los judíos
una lección en caso de que otro estuviese aspirando formar un gobierno judío,
distinto al de los romanos. Era, entonces, una lección de poderío, y, por
consiguiente, una forma de reafirmar que los que mandaban eran los romanos, no
otros. Es decir, que ese detalle tiene claramente implicaciones políticas. Los
que mandan son los romanos. Los judíos tenían que estar sometidos. Y punto.
Reafirmaba esa lección a los judíos lo que habían
escrito y habían colocado sobre la cruz de Jesús: “Este es Jesús, el Rey de los judíos”. Esa era la causa de su
condena. Como diciendo: esta es la suerte que le toca a quien pretenda hacer un
gobierno distinto al de los romanos.
Luego, está de más decir que la crucifixión en su
inmediatez no era otra cosa que de connotación netamente política. Por lo menos
su proceso y su ejecución. Y de política internacional, ni más, ni menos.
Recordemos que en el proceso, como tal, no nos
íbamos a meter. Nuestra meta es el hecho de la crucifixión. Y ya hay elementos
muy útiles.
La cruz como un hecho concreto para los judíos:
Hemos adelantado bastante. Ya tenemos
descubierto que tenía claras connotaciones políticas.
Ahora bien, ¿qué significaría para los judíos el
hecho de la cruz? Y en el caso concreto de Jesús de Nazaret, ¿qué podría
significar? Podría significar dos cosas, tal vez.
La primera, es, que se les terminaba la
pretensión de un gobierno propio y su propia liberación política. Esto era
realmente negativo para los propios judíos. Había que esperar otro tipo Judas
Macabeo. Se les escapaba la gran oportunidad. La diferencia estaba, sin
embargo, en que Jesús en esos tres años de su referencia constante a su
mesianismo no había hecho jamás ningún uso de las armas, ni ninguna invitación
a ello, como lo hubiese hecho un Judas Macabeo. Tal vez, aquí, estaría la
diferencia. Tal vez, Jesús, no pasaría de ser para los judíos más que un
hablador, porque no había hechos concretos de levantamientos, ni mucho menos.
Por eso su acusación y su interés de eliminarlo. Por eso lo llevaban a las
autoridades romanas para que lo ejecutaran. ¿Si no, cómo se explica que les
interesaba su eliminación? En caso contrario, había que apoyarlo, ya que era el
que estaban esperando y lo que estaban esperando.
La segunda, es, que tendría otras connotaciones,
además de las políticas.
¿Cuáles, de qué tipo?
Aparecen de inmediato en los mismos relatos de
la crucifixión.
Mateo 27, 39-51:
Los que pasaban por allí le insultaban,
meneando la cabeza y diciendo:
«Tú que destruyes el Santuario y en tres
días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la
cruz!»
Igualmente los sumos sacerdotes junto con
los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo: «A otros salvó y a sí
mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y
creeremos en él.
Ha puesto su confianza en Dios; que le
salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: “Soy Hijo de Dios.”
De la misma manera le injuriaban también
los salteadores crucificados con él.
Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre
toda la tierra hasta la hora nona.
Y alrededor de la hora nona clamó Jesús
con fuerte voz: - «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», - esto es: - «¡Dios mío, Dios
mío! ¿por qué me has abandonado?» -
Al oírlo algunos de los que estaban allí
decían: «A Elías llama éste.»
Y enseguida uno de ellos fue corriendo a
tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía
de beber.
Pero los otros dijeron: «Deja, vamos a
ver si viene Elías a salvarle.»
Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte
grito, exhaló el espíritu.
En esto, el velo del Santuario se rasgó
en dos, de arriba abajo; tembló la tierra y las rocas se hendieron.
Ya en ese
relato están los elementos:
1)¿No había
dicho que destruía el Santuario y en tres día lo iba a levantar?;
1)
¿No
se había declarado Rey de los judíos?;
3) ¿No había dicho que era Hijo de
Dios?
Y se burlaban
todos los judíos: los que pasaban y lo veían en la cruz, los sumos sacerdotes,
los escribas y los ancianos. Si era todo eso, pues, que baje de la cruz y
creeremos.
¿Dónde está
todo lo que se decía de sí mismo? Esta característica del hecho de la cruz, en
concreto, tiene, entonces la connotación que estábamos buscando: religioso. Más
aún, tocaba las fibras de toda la creencia del pueblo de Israel. Se estaba
metiendo con el Santuario y estaba desafiando que lo tumbaran. Además, ¿quién
lo nombró Rey, los sacerdotes, los ancianos? Al contrario, son ellos los que
deciden eliminarlo.
De manera que si nadie lo nombró Rey, sino él
mismo, y si nadie lo proclama como tal, sino él, no hay otra, que
desautorizarlo y delatarlo ante las autoridades romanas y así se lo quitaban de
en medio.
Así, la crucifixión de Jesús tiene dos
elementos: el político y el religioso. A los romanos les tenía sin cuidado lo
segundo. Eso era asunto judío. Ya lo dice Pilato, la autoridad romana, cuando
le dice a Jesús que quienes lo están condenando son los judíos y que él, la
autoridad romana, no es judía. Juan 18, 35: “Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos
sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?”
Pero falta algo todavía: ¿Qué significaba la
cruz para el propio Jesús?
La cruz, para el propio Jesús:
Tratemos de
precisar para tener todo claro. O por lo menos, presente.
Jesús hace
constante referencia a la cruz como una condición para seguirlo.
Jesús hace
referencia a su cruz e insiste en que tiene que morir en ella. También lo
vimos.
Ahora, ¿qué
significa la cruz para Jesús y que tiene que ver su cruz con toda la tradición
del pueblo de Israel? Sobre todo, ¿qué tiene que ver su cruz con la Pascua de Yahveh? ¿No es
esa, pues, la clave de toda la tradición judía?
Si tenemos en
cuenta la relación y el cuadrito que hacíamos de las tres relaciones, la de la Ley , la del libro de Ezequiel,
y la de Jesús, entonces, tiene que ver mucho. Ya que Jesús es la
personificación de la Ley
y en Él se dan todos los elementos que resaltábamos entonces. En Él se da la
sangre, la señal, la cruz. Se dan todos los elementos juntos. Y en Él se da la Pascua de Yahveh, es decir,
la salvación que era lo que iba a dar la sangre como señal de ser el pueblo
escogido por Dios. Ahora, con carácter de universalidad.
Tratemos de
precisar más. La sangre del cordero que se inmolaría en la prescripción de la Ley era la suya propia. Con
esa sangre se iba a marcar como señal para no perecer. La señal, tal vez, sea
la cruz a la que se hace referencia en el libro de Ezequiel. Porque, tal vez,
la cruz era la señal con la que se marcaría en la prescripción de la Ley. No quedó demostrado,
sin embargo, esto último.
¿Y, la Pascua ? Es decir, ¿el paso
de Yahveh? Ya estaba caduca con Jesús. Porque con Él se inauguraba la nueva
Pascua definitiva, la de la salvación, también definitiva, en donde ya no haría
falta ni cordero, ni cabrito. Se trataba, entonces, de una liberación del
cumplimiento de una prescripción.
Parece como
forzado esto último que estoy diciendo. En todo caso, habría que mirar las
cartas apostólicas en donde se hacen las aclaratorias y explicaciones. Pero no
es esa nuestra tarea.
Así, que,
démonos por servidos hasta ahora y por ahora.
Y terminemos esta parte con las mismas palabras
de Jesús en la cruz que nos refieren los evangelistas. Allí vamos a encontrar
el otro elemento prescrito en la
Ley que nos estaba faltando: acompañar la comida del cordero
con verduras amargas. Faltaba para que fuera la verdadera comida de la Pascua de Yahveh. Dice:
Juan 19, 28-30:
Después de esto, sabiendo Jesús que ya
todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura , dice: «Tengo
sed.»
Había allí una vasija llena de vinagre.
Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la
acercaron a la boca.
Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo
está cumplido.» E inclinando la cabeza entregó el espíritu.
Pregunta: ¿No
se estaban dando todos los elementos de la Cena de la Pascua de Yahveh en la escena de la crucifixión
de Jesús?
Pero falta un
detalle. El detalle es que había que consumir toda la comida. No se podía dejar
nada para el día siguiente. En caso contrario había que quemarla al amanecer. Y
ese detalle, también, se cumple en el caso de la crucifixión de Jesús. Veamos
lo que nos dice el evangelista San Juan, al respecto:
Juan 19, 38-42:
Después de esto, José de Arimatea, que
era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a
Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió.
Fueron, pues, y retiraron su cuerpo.
Fue también Nicodemo - aquel que
anteriormente había ido a verle de noche - con una mezcla de mirra y áloe de
unas cien libras.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo
envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de
sepultar.
En el lugar donde había sido crucificado
había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía
había sido depositado.
Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los
judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.
José de Arimatea estaba
cumpliendo con el precepto de la
Ley del libro del Éxodo 12. ¿No le parece, realmente,
sorprendente? ¡Maravilloso, se podría decir, más bien! Aunque José de Arimatea
estaba cumpliendo lo que se prescribía en el libro de Deuteronomio 21,22-23:
Si un hombre, reo de delito capital, ha
sido ejecutado y le has colgado de un árbol, no dejarás que su cadáver pase la
noche en el árbol; lo enterrarás el mismo día, porque un colgado es una
maldición de Dios. Así no harás impuro el suelo que Yahveh tu Dios te da en
herencia.
Terminemos dando otra vez las características
que resaltábamos cuando hablábamos de la Cena de la Pascua , para recordarlas, simplemente, porque
sobre eso gira todo lo hemos descubierto hasta ahora.
·
Se comía panes ázimos: sin levadura.
·
No se podía salir ni abrir la puerta donde se hallasen hasta el día
siguiente.
·
Era un recordatorio del paso de Yahveh por las casas de los israelitas
sin perjudicar a ninguno de sus habitantes, y, en cambio, sí a los egipcios
para liberar al pueblo de Israel del Faraón. Era la celebración de la Pascua de Yahveh.
·
Era el comienzo del calendario judío. Era el primer mes del año.
·
Comían un cabrito o un cordero, macho, de un año. Se comía asado. Asado
al fuego. No se podía comer ni crudo ni cocido. Sólo asado.
·
Se comía todo: hasta la cabeza, las patas y sus entrañas.
·
No se podía dejar nada para el día siguiente y en caso de que sobrara
había que quemarlo al amanecer del día siguiente.
·
Se acompañaba con hierbas amargas.
·
Compartían con los vecinos y los más cercanos, a quienes invitaban a la
cena.
·
Ceñidas las cinturas, con zapatos y con un bastón en la mano, como
preparados para un viaje.
·
Se comía de prisa.
·
No se podía trabajar sino para hacer la comida.
·
Se rociaban las puertas.
Algunos elementos extras no tratados en este capítulo:
Ciertamente que no todo queda agotado. Quedan muchos
temas no abordados respecto a la escena de la crucifixión. Pero es importante,
por lo menos, referirlos. Estos temas son:
·
Los que estaban al pie de la cruz.
·
Las palabras de Jesús en la cruz.
·
El grito de Jesús en la cruz.
·
Los dos que crucificaron con Jesús.
·
Y, otros...
Pero, no hay ninguna historia de crucificados en el
Antiguo Testamento, aunque sí de “colgados
en un madero”. Pero colgados no es lo mismo que crucificados. Colgados
puede ser ahorcados. Citemos los casos que aparecen en el libro de Ester, y los
casos de algunos enemigos colgados de un madero. Por cierto que, según se desprende
del libro de Ester, a ésta le encantaba mandar a ahorcar, aún a sus propios
compatriotas para estar bien con el Rey (Ester 9, 13).
Ester 2, 23:
“Se investigó el caso y resultó
verdadero; por lo que fueron colgados los dos del madero y se consignó por
escritos, en los Anales, en presencia del rey.”
Josué 10, 19-30:
Y vosotros no os quedéis quietos:
perseguid a vuestros enemigos, cortadles la retirada, no les dejéis entrar en
sus ciudades, porque Yahveh vuestro Dios los ha puesto en vuestras manos.»
Cuando Josué y los israelitas acabaron de
causarles una grandísima derrota, hasta acabar con ellos, los supervivientes se
les escaparon y se metieron en las plazas fuertes.
Todo el pueblo volvió sano y salvo al
campamento, junto a Josué, a Maquedá, y no hubo nadie que ladrara contra los
israelitas.
Dijo entonces Josué: «Abrid la boca de la
cueva y sacadme de ella a esos cinco reyes.»
Así lo hicieron: le sacaron de la cueva a
los cinco reyes: el rey de Jerusalén, el rey de Hebrón, el rey de Yarmut, el
rey de Lakís y el rey de Eglón.
En cuanto sacaron a los reyes, Josué
llamó a todos los hombres de Israel y dijo a los capitanes de tropa que le
habían acompañado: «Acercaos y poned vuestros pies sobre la nuca de esos
reyes.» Ellos se acercaron y pusieron los pies sobre las nucas.
«No tengáis miedo - les dijo Josué - ni
os desaniméis; sed valientes y decididos, porque así hará Yahveh con todos los
enemigos con quienes tenéis que combatir.»
Acto seguido, Josué los hirió, les dio
muerte y los hizo colgar de cinco árboles, de los que quedaron colgados hasta
la tarde.
A la hora de la puesta del sol, a una
orden de Josué, los descolgaron de los árboles y los arrojaron a la cueva en
que se habían escondido, y echaron unas piedras grandes a la boca de la cueva:
allí están todavía hoy.
El mismo día Josué tomó Maquedá y la pasó
a filo de espada, a ella y a su rey: los consagró al anatema con todos los
seres vivientes que había en ella. No dejó escapar a nadie, e hizo con el rey
de Maquedá como había hecho con el rey de Jericó.
Josué, con todo Israel, pasó de Maquedá a
Libná y la atacó.
Y Yahveh la entregó también, con su rey,
en manos de Israel, que la pasó a filo de espada con todos los seres vivientes
que había en ella: no dejó en ella ni uno solo con vida. Hizo con su rey como
había hecho con el rey de Jericó.
También fueron colgados los cuerpos de Saúl y de su
hijo Jonatán por parte de sus enemigos. Pero fueron colgados después que les
habían dado muerte. 2 Samuel 21, 8-14:
Tomó el rey a los dos hijos que Rispá,
hija de Ayyá, había dado a Saúl, Armoní y Meribbaal, y a los cinco hijos que
Merab, hija de Saúl, había dado a Adriel, hijo de Barzillay de Mejolá y los
puso en manos de los gabaonitas que los despeñaron en el monte ante Yahveh.
Cayeron los siete a la vez; fueron muertos en los primeros días de la cosecha,
al comienzo de la siega de la cebada.
Rispá, hija de Ayyá, tomó un sayal y se
lo tendía sobre la roca desde el comienzo de la siega hasta que cayeron sobre
ellos las lluvias del cielo; no dejaba que se pararan junto a ellos las aves
del cielo por el día ni las bestias del campo por la noche.
Avisaron a David lo que había hecho
Rispá, hija de Ayyá, concubina de Saúl.
Entonces David fue a recoger los huesos
de Saúl y los huesos de su hijo Jonatán, de entre los vecinos de Yabés de
Galaad que los habían hurtado de la explanada de Betsán, donde los filisteos
los habían colgado el día que mataron a Saúl en Gelboé; subió desde allí los
huesos de Saúl y los huesos de su hijo Jonatán y los reunió con los huesos de
los despeñados.
Sepultaron los huesos de Saúl, los de su
hijo Jonatán y los de los despeñados, en tierra de Benjamín, en Selá, en el
sepulcro de Quis, padre de Saúl, y ejecutaron cuanto había ordenado el rey,
después de lo cual Dios quedó aplacado con la tierra.
Es importante anotar que existía una prescripción,
al respecto de los colgados:
Deuteronomio 21,22-23:
Si un hombre, reo de delito capital, ha
sido ejecutado y le has colgado de un árbol, no dejarás que su cadáver pase la
noche en el árbol; lo enterrarás el mismo día, porque un colgado es una
maldición de Dios. Así no harás impuro el suelo que Yahveh tu Dios te da en
herencia.
En
todo caso, pues, no encontramos ninguna historia de crucificados en el Antiguo
Testamento. No se niega que pueda que los haya. Sería muy bueno, sí se
encuentra alguno, dedicarle un tiempecito para buscar elementos de comparación
y enriquecernos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario