viernes, 30 de diciembre de 2016

Explicación, justificación, metodología

y demás para leer este libro

 

Existen muchas maneras de leer los textos de los evangelios. Hay quien los lee para encontrar respuestas concretas en casos concretos de la vida. Hay quien los lee para prepararse espiritualmente y disponerse mentalmente al encuentro con Dios.
Otros escuchan hablar de los evangelios cuando van al templo a participar de las Misas, con cierta, con regular o con baja frecuencia. Otros los leen porque pertenecen a un grupo de la Iglesia, sea la denominación que sea.
Leen los evangelios los sacerdotes en los templos católicos. Leen los evangelios los pastores en los templos de sus múltiples denominaciones. Cada uno extrae lo que considera necesario para la vida, tanto personal del que los lee, como para la vida de los que asisten al templo, al culto, a la oración, o a lo que acudan.
Así, los evangelios se han convertido para muchos en una herramienta de incalculable valor.
Hay quien los interpreta de manera espiritual. Otros, con sentido espiritualista. Otros, con sentido realista. Unos, muy elevados; otros, menos elevados; otros, al pie de la letra; otros, que se aventuran un poquito más y se arriesgan a escudriñar y les sacan más provecho. Y desde la posición y postura que asuman frente a ellos, se escuchan tales o cuales reflexiones. Unas muy enriquecedoras, otras menos; otras, inclusive, moralistas. Para todo se prestan los evangelios, sin duda. Da para todos los gustos y para todas las posturas. Y todos pueden justificar tal o cual posición, e, inclusive, las fundamentan. Y también, los evangelios dan para ello.
Sin embargo, hay cosas de los evangelios que están explícitas, dichas en cada texto que se lee de ellos y en ellos, pero, muchas veces no hemos tenido la osadía, o el atrevimiento, o el tiempo de ahondarlos. Sea por la razón que sea.
De eso trata este libro que lleva por título Lo que aparece en los Evangelios (pero que no se dice).
Este libro tiene la osadía y atrevimiento, además del tiempo, de dedicarse a esos textos subyacentes en los mismos textos de los Evangelios, que leemos todos los días. Muchas veces hasta nos conocemos los textos casi de memoria. Y, apenas, el que los lee de manera pública dice una palabra clave, ya, muchas veces, sabemos de qué se trata el contenido que continúa. Ya los sabemos. Gracias a Dios, que tenemos conocimiento y cultura de los textos evangélicos.
Pero, hay cosas ocultas en esos mismos trozos. No les damos importancia, o, las suponemos como sabidas y conocidas. Pasamos por encima de ellos. Y esa práctica o costumbre, nos está quitando la posibilidad de enriquecernos.
Partiendo de ese hecho, nos dedicamos a esos contenidos ocultos, pero presentes en muchos de los textos de los Evangelios. De eso trata este libro. De lo que aparece oculto, pero que aparece, en los Evangelios. Además, se trata de ser fieles a la invitación del mismo Concilio Vaticano II en la Dei Verbum 12, como igualmente se exhorta en la Encíclica Verbum Domini en el número 42, especialmente; e impulsa y promueve y hace él mismo Papa Benedicto XVI en su colección Jesús de Nazaret (de los años 2005 y 2011, respectivamente).
Le dedicamos un tiempo a cada texto extraído que contiene realidades ocultas. Todos los tienen, pero hemos seleccionado sólo algunos.
Puede resultar una sorpresa.
La metodología que se utiliza es la de no dar por sabido, ni supuesto los textos que entresacamos. Hacemos preguntas y más preguntas a cada pedacito de texto y nos aventuramos a exprimirlos al máximo, desde nuestras limitaciones. Ya verán los resultados.
Es una lectura nueva de los textos de los Evangelios.
La novedad consiste en la metodología, que es la de la pregunta. Desde la pregunta se relaciona con los paralelos y desde ellos, y con ellos, llegamos a descubrimientos sorprendentes. Descubrimientos de cosas y elementos dichos y expresos ya en cada texto seleccionado, pero ocultos. Aquí está nuestra osadía y atrevimiento.
Advertimos que puede ser peligroso y arriesgado para la persona que lea este libro que no tenga la capacidad de tener paciencia. Habrá cosas y elementos que al principio le van a resultar escandalosos. Pero, sí tiene un poco de paciencia y de sentido de la relación que se vaya haciendo, va a llegar al final de cada apartado con mucha alegría y satisfacción. Y se va a alegrar de continuar la lectura.
Si, por el contrario, se asusta con lo que vaya leyendo y descubriendo, puede terminar en crisis de fe, y, tal vez, de crisis existencial sobre su verdadera fe. Pueda que llegue a cuestionarse y a dudar de lo que va a ir descubriendo, y, a este punto, puede serle dañino.
Si en un apartado las cosas le resultan demasiado atrevidas, tenga paciencia. Se trata de la metodología.
Si en algunos datos y elementos no está acostumbrado a ver las cosas como se estén viendo, téngalo por seguro, que si continúa se va a reír de su reacción. Y llegará, poco a poco, a identificarse con el estilo, la manera y la metodología.
En algunos momentos, pueda, que peligre su sentido de fe. No se asuste. Este libro está escrito bajo el estricto sentido de la fe de la Iglesia y bajo las luces del Magisterio de la Iglesia. Tal vez, en ese preciso momento, tenga que recordar que se trata de una manera, quizás, nueva de leer los evangelios. Ahí está lo novedoso. Tal vez.
         Otro detalle importante de tener en consideración: el título podría hacer pensar que se trata de los libros apócrifos, o algo parecido. No. No se trata de eso. Al contrario, aún cuando pudiese pensarse así, antes de leer este libro, no tiene ni contiene nada que se acerque a los evangelios apócrifos. Su inspiración y fuente son los evangelios aprobados por la Iglesia y el canon de interpretación del Magisterio de la Iglesia.
En todo caso, los dos últimos capítulos le van a refrescar el verdadero sentido de la fe y en ellos va a encontrar la paz, que, tal vez, pueda perder en el camino y transcurso de la lectura.
Paciencia, paciencia, será el recordatorio. Y, lógicamente, mucha atención.
Pongo en sus manos un aporte. Téngalo presente siempre.
        


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