Orad
así: “Padre nuestro que estás en los cielos...”
Mateo 6, 7-15:
Y al orar, no charléis
mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser
escuchados.
No seáis como ellos, porque
vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.
«Vosotros, pues, orad así:
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu
Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano
dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a
nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
“Que si vosotros perdonáis a
los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre
celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará
vuestras ofensas”.
De hecho, en el
Evangelio de San Lucas, el siguiente pasaje es el del Padre nuestro.
Y esa continuidad
nos lleva a preguntarnos qué relación tendrá esa oración con la intranquilidad
de Marta y la aparente pasividad de María, que inmediatamente, anterior hemos
intentado analizar. Pareciera que tiene mucha relación. Pareciera que allí está
la respuesta.
Esto nos
obliga, como es natural, a dedicarnos a la rica oración del Padre nuestro.
Padre nuestro:
La oración que Jesús enseña comienza con una
precisión inmediata de a quien va dirigida la petición y oración. Va dirigida
al “Padre nuestro”. Esto es
bastante indicativo.
¿Qué querrá decir “Padre nuestro”? Pareciera que hiciera una distinción y una
diferencia, porque si dice “Padre nuestro”, se podría interpretar que hay un
“Padre de otros”, si no, entonces, ¿por qué esa diferenciación? Suena lógico,
¿verdad? Ya en la misma introducción al Padre nuestro, hay una clara
distinción, cuando dice el evangelista que el mismo Jesús dice que: “Y al orar, no charléis mucho, como los
gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis
como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.”
¿Vuestro Padre? ¿Qué querrá decir?
Y, es lógico, cuando en otras partes de los mismos
Evangelios se nos cuenta que Jesús al orar, solía decir, Padre, e, incluso,
Padrecito (cuando lo llama “Abbá”).
¿Por qué esas maneras distintas de referirse al Padre?
O, ¿será que hay tantos padres y tipo de ellos como
cuantos grupos de quienes hagan oración? ¿No será esa manera de dirigirse a
Dios, como Padre, una discriminación, aún en la misma oración? ¿Significa,
entonces, que hasta la oración tiene que ser discriminatoria? Esta posibilidad
ya es un escándalo. Pero, el evangelista está pautándolo así, al decir, “Padre
nuestro”? ¿Qué habrá de fondo, qué nos estará insinuando, sugiriendo y
enseñando?
¿Por qué el evangelista no dice, más bien, “Padre de
todos”? ¿No es Dios, pues, Padre de la humanidad? ¿O, es que esta oración sólo
la podrán decir los seguidores de Jesús? Si es así, ¿dónde está la
universalidad de la salvación y la integración del género humano como sujeto y
objeto de la única salvación? Hay, ya, en la misma oración del Padre nuestro
tres maneras de llamar a Dios:
1) Vuestro Padre;
2) Padre nuestro, y,
3) ellos creen que van a ser escuchados.
¿Quiénes
ellos? Los que usan mucha palabrería, los gentiles. Pero,¿por qué esa
distinción? ¿Será tres padres distintos?
Nos encontramos en un verdadero problema.
Esto sí que es un verdadero problema. Más aún,
cuando después de buscar en todo el Antiguo Testamento y de descubrir, que no hay alguna referencia a un “Padre
nuestro” en todas las Escrituras. Por lo menos, referido de esa manera. De
hecho, no aparece ninguna referencia en todo el Antiguo Testamento a esa
manera. Si aparece nuestro padre.
Pero esta manera es un uso coloquial referida a la consanguinidad y filiación,
de padre e hijo en relación familiar. No en el sentido de oración.
Un verdadero problema: no aparece “Padre nuestro” en el Antiguo
Testamento:
No aparece “Padre nuestro” en el Antiguo Testamento.
El problema se agranda cuando en esa búsqueda sí
aparece Padre nuestro en el Nuevo Testamento. No solamente eso, si no con una
nueva connotación, más separatista todavía, al decir, “Padre nuestro, y del
Señor Jesucristo”. Miremos, por ejemplo, 1 Corintios 1, 1-6:
Pablo, llamado a ser apóstol de
Cristo Jesús por la voluntad de Dios, y Sóstenes, el hermano, a la Iglesia de Dios que está
en Corinto: a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con
cuantos en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor nuestro, de
nosotros y de ellos gracia a vosotros y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y
del Señor Jesucristo.
Doy gracias a Dios sin cesar
por vosotros, a causa de la gracia de Dios que os ha sido otorgada en Cristo
Jesús, pues en él habéis sido enriquecidos en todo, en toda palabra y en todo
conocimiento, en la medida en que se ha consolidado entre vosotros el
testimonio de Cristo.
Esto nos lleva
a preguntarnos si esa distinción, ¿no será un sectarismo y una división, más
bien, de la comunidad de creyentes, en vez de un uso de Jesús? Pareciera. De
hecho, dos veces aparece esa diferencia en el Nuevo Testamento y están
utilizadas en la primera y segunda cartas a los Corintios[1].
¿Por qué las
diferencias en la referencia del evangelista?
Y, volvemos al
problema: ¿Vuestro, nuestro, el de ellos? ¿Entonces?
Padre nuestro que estás en los cielos:
Se ha tomado la
versión de Mateo por tener una palabra que parece útil resaltar. Esta palabra
es “cielos”. Y está utilizada dos veces, una en plural, y, otra en singular
(“cielos”, “cielo”). Ya sobre este tema se ha escrito un libro titulado “Así en la tierra
como en el cielo” (reflexiones de poeta sobre el Padre nuestro), en
donde se trata de resaltar, con sorpresa de poeta, la diferencia de los dos
usos en la Biblia ,
y de su estrecha relación, del cielo con el corazón, y de la tierra con la
cabeza. En este libro se parte de la sugestión de poeta y desde esa impresión
subjetiva se descubre la maravillosa relación que hay con corazón y cabeza,
parafraseando cielo y tierra, en la oración, también subjetiva y sugestiva del
Padre nuestro. Se trata de una visión de poeta, desde una interpretación de
poeta, con la nota sutil de una insinuación, tal vez, mística y personal. No
significa que sea, objetivamente hablando, una experiencia universal, sino una
experiencia de poeta. Lo que obliga que este libro tiene que ser leído bajo esa
tónica y perspectiva.
Como ya este
tema ha sido tratado en el libro que tenemos citado, tomemos de él lo esencial
para detallarlo en este otro libro, dejando la interpretación poética para el
primero, y lo notoriamente diferente para este nuevo.
Algunas observaciones:
En la
oración del Padre nuestro aparece dos veces la palabra “cielo”. Dice, la
primera vez que aparece: “Padre
nuestro que estás en los cielos”. La segunda vez, dice: “hágase tu Voluntad así en la tierra como en
el cielo”.
¿Habrá alguna
diferencia?
Por supuesto,
que sí, ya que una está en plural, y, la otra, en singular. Es evidente. No es
necesario ser demasiado listo para percatarse de ese detalle. Pero, lo
importante es que, ¿habrá alguna diferencia real y objetivamente hablando? ¿O,
será algún error de trascripción? No se crea, muchos no nos hemos dado cuenta
de ese detalle. Puede ser trivial. Tal vez.
Pero, alguna
diferencia tiene que haber.
Miremos.
Inquietudes y preguntas:
La
primera vez que aparece “cielo” es refiriéndose al Padre, es decir, a Dios,
como su lugar o trono: “Padrenuestro, que estás en los cielos”. Y la segunda es
para pedir que “hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”. Aquí hay
una radical diferencia.
Ya
en el libro que tengo citado, se ven las diferencias. Cuando aparece en plural
cielos y tierra, en plural, es para hacer referencia al reconocimiento de la
obra de Dios, por parte del hombre. Y, cuando aparece cielo y tierra, en
singular, es para marcar el distanciamiento por parte del hombre hacia Dios.
Estas diferencias se notan comparando los dos usos. Porque son marcadamente
diferentes los dos sentidos.
Es necesario, sin embargo, notar y anotar que hay,
realmente, mucha diferencia en los dos usos. Por algo, Jesús de Nazaret, lo
resalta en la oración que Él mismo nos enseña. Por algo será. Es notorio.
Ahora bien. ¿Adónde nos conduce la oración del Padre
nuestro? Ese es otro tema, aunque, todo converge en “venga a nosotros tu
Reino”, de la misma petición del Padre nuestro, y que no es otra cosa que en
las Bienaventuranzas que el mismo Jesús promulga. De hecho, la oración del
Padre nuestro, va hacia las Bienaventuranzas, si nos detenemos con mucha
atención en la oración que Jesús propone que hagamos. “El venga a nosotros tu
Reino”, tiene su culmen y meta precisamente en ellas.
Muy
bien. ¿Y que tiene que ver lo del Padre nuestro con la visita de Jesús a Marta
y María, tema que habíamos dejado como inconcluso en el capítulo anterior, más
aún, con las Bienaventuranzas?
Tiene
que ver mucho y están en estrecha relación. ¿Recuerda lo de la inquietud de
Marta y su desasosiego? Pues, allí está la clave. Marta estaba afanada y muy
intranquila. María estaba muy despreocupada. Ahí está la diferencia.
El problema continúa:
Estamos
en un problema no resuelto.
Se han abonado más elementos para que el problema se
complique más. Por un lado, nos hemos percatado de las diferencias entre” nuestro, vuestro y de ellos”. No
se ha resuelto. Sólo se contribuía a que nos percatáramos de ello. Por otra
parte, se han dado las herramientas para descubrir que es distinto el sentido
de “cielos” y de “cielo” que aparece en el Padre nuestro. Pero, no se ha
resuelto nada.
Quedan temas por abordar del Padre nuestro, como lo
es el de las deudas, el de no nos dejes caer en tentación. Pero, seamos
honestos: si con estos dos temas ya estamos como estamos, ¿qué irá a suceder si
nos seguimos metiendo? No me quiero hacer responsable de males mayores.
Por ahora, es suficiente. Aunque, no lo es.
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